CAPACIDADES HUMANAS, DONES DIVINOS
VIII PARTE
Pastor Iván
Tapia
Lectura bíblica: 1 Timoteo 3:2.
Propósitos de la lección: Que el
discípulo comprenda que el llamado a la enseñanza es universal; que identifique
el área en la cual habrá de ejercer su capacidad de enseñar; que conozca y
aplique los cuatro pasos fundamentales del proceso enseñanza–aprendizaje y los
principios prácticos para una aplicación efectiva.
E
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l hombre
desde que es humano enseña a las nuevas generaciones: los padres enseñan a los
hijos (Proverbios 4:1-4); los
ancianos enseñan a los nietos, en la antigüedad los hechiceros y sacerdotes se
hicieron cargo de la enseñanza religiosa. En la Historia Sagrada
vemos a Dios enseñando al Hombre (Deuteronomio
32:1,2).
Cuando
pequeños no estamos en posición de enseñar, aunque en forma indirecta un niño
pueda enseñar. Jesús puso como ejemplo para vivir en el Reino, a un niño.
Cuando adquirimos la capacidad o posición de liderazgo, recién allí podemos
enseñar (jefe de curso, líder de pandilla, guía scout, dirigente político,
líder eclesial, etc.). Al ser padres y madres, automáticamente comenzamos a
ejercer la enseñanza.
El
llamado a la enseñanza.
Hay quienes
optan como profesión el enseñar: los profesores, educadores de párvulos,
rehabilitadores, etc. En el ámbito cristiano quien guía a un hermano, enseña;
los pastores y los que discipulan, enseñan; los responsables de grupos, ejercen
la enseñanza de otros.
Los cinco
ministerios ejercidos por ministros de la Iglesia , son ministerios de enseñanza. El apóstol
es uno que enseña la edificación del Cuerpo de Cristo; el profeta es uno que
enseña las visiones del Reino; el evangelista es el que enseña al mundo el
camino de salvación; el pastor enseña a vivir la vida cristiana; y el maestro
es un educador por excelencia, él enseña toda la doctrina (Efesios 4:11-13).
Entre el
teólogo y el maestro hay algunas diferencias. El teólogo es un filósofo
especializado en el estudio de las verdades de Dios; en cambio el maestro es un
ministro de la Iglesia. El
teólogo también puede ser un ministro. El maestro debe tener don de ciencia y
sabiduría, en cambio el teólogo no necesariamente; puede ser meramente un
intelectual de la fe. El maestro en la Iglesia está para discernir la doctrina y
enseñarla con sabiduría (1 Timoteo 4:13;
Tito 1:9, Tito 2:7).
Todos los
cristianos hemos sido llamados por Dios para enseñar, al darnos la tarea de
transmitir el Evangelio. Cada uno lo hará de acuerdo a su nivel de desarrollo.
Por lo tanto, debemos capacitarnos para enseñar. Él desea usarnos para el
desarrollo espiritual de otras personas, cristianas y no cristianas. Él quiere
utilizarnos en la tarea de enseñar y esta misión es para todos los cristianos.
Tipos
de enseñanza.
Hay dos
grandes tipos de enseñanza, de acuerdo al objetivo que se proponen: 1)
enseñanzas para edificación y crecimiento cristiano; y 2) enseñanzas
evangelizadoras. Las primeras son para los cristianos, las segundas para los
que aún no se han convertido.
En el primer
grupo, a su vez, podemos diferenciar: a) enseñanzas para la vida práctica; b)
enseñanzas para la sanidad interior y el desarrollo personal; c) enseñanzas
para la vida devocional; d) enseñanzas doctrinales; e) enseñanzas para la
multiplicación y el liderazgo (Romanos
15:4).
En el segundo
grupo pueden estar todas las anteriores, tratadas de un modo sencillo, sin
profundidades teológicas, a objeto de conducir a las personas al conocimiento
de Cristo y a su conversión. En cambio las enseñanzas del primer tipo están
destinadas a producir la imagen de Cristo en cada cristiano.
La pregunta
que cada uno debe hacerse en la
Iglesia es ¿qué tipo de enseñanza quiere transmitir Dios a
través de mí?
El proceso de enseñanza de la Palabra de Dios.
Establecido el contenido de la enseñanza que nos corresponde
entregar a la Iglesia
y la sociedad; habremos de enfrentar el modo, manera o metodología a utilizar
para ello. ¿Qué enseñanza quiere
transmitir Dios a través de mí? es una pregunta que apunta al
"contenido". ¿Cómo vamos a transmitir ese contenido? nos lleva a la
búsqueda de una "metodología". A tal efecto la ciencia Pedagógica
nos puede ser de gran ayuda. Dios hizo al ser humano muy complejo y son muchas
las funciones, como ya hemos visto, que se dan en la vida humana. A cada una,
sus procesos y dificultades, corresponde una ciencia. Si el cuerpo o la mente
se enferman, acude en su auxilio la Medicina. La ciencia que estudia como aprende el
ser humano es la
Pedagogía. De acuerdo a ella, el aprendizaje es un proceso:
el proceso de enseñanza–aprendizaje.
Anteriormente hablamos de la necesidad que tenemos todos de
capacitarnos para enseñar. A la hora de enseñar la espiritualidad y las
relaciones del ser humano con Dios, debemos tener en cuenta este proceso, cuyos
pasos serían los siguientes:
1) Conocer la
Palabra de Dios.
La fe comienza en el acto más sencillo y en el que menos
intervención humana hay: la audición. "Así que la fe es por el oír, y el
oír, por la palabra de Dios" (Romanos
10:17). Ya que toda la vida cristiana empieza con este paso, la gente tiene
que entrar en contacto con la
Palabra de Dios, conocerla.
"Ahora bien, ¿cómo oirán a aquel en quien no han creído? ¿Y
cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les
predique? ¿Y quién predicará sin ser enviado? Así está escrito «¡Qué hermoso es
recibir al mensajero que trae buenas nuevas!»" (Romanos 10:14). Esto
significa que debe haber alguien que la enseñe y otro que reciba la enseñanza.
2) Comprender la
Palabra de Dios.
Esto significa que sabemos lo que ella importa para nuestra vida
diaria. Cuando impartimos una enseñanza, el discípulo debe comprender qué
significa para su propia vida. Una manera en que podemos evaluar que el
discípulo comprende la Palabra
de Dios es cuando él puede explicarnos con sus propias palabras la enseñanza
bíblica entregada. El discípulo puede expresar esa comprensión por medio de
decir qué entendió o construyendo un instrumento en el que muestre tal
comprensión. El instrumento dependerá de las capacidades del discípulo. Puede
expresar oralmente lo que entendió de la enseñanza, hacer un dibujo, un cuadro
sinóptico, un ensayo, participar en un debate, crear un trabajo manual,
participar en una representación teatral, etc. pero la mejor comprensión de la
enseñanza se expresará en la aplicación a su propia vida (Romanos 12:2).
3) Valorar la
Palabra de Dios.
El discípulo debe tener una fuerte convicción de que la Palabra de Dios es lo
mejor para su vida y para el mundo. Su convicción en la Verdad debe llegar hasta el
extremo de estar dispuesto a guiar su vida por ella. Su fe en los principios
bíblicos deben hacer que ésta sea su norma de creencia y de conducta.
"¡Oh, cuánto amo tu ley! Todo el día es ella mi meditación" dice el
salmista (Salmo 119:Mem,97-104).
Un discípulo de Cristo está plenamente convencido de que su vida
debe vivirse haciendo la voluntad de Dios tal como se presenta en la Sagrada Escritura.
El convencimiento incluye el hecho de que los principios bíblicos deben
obedecerse en todas las áreas de la vida y con una actitud de alabanza y
entusiasmo. Cuando tropieza con alguna dificultad, el discípulo no desmaya,
sino con toda convicción dice como el apóstol: "Sé en quien he creído y
estoy seguro" (2 Timoteo 1:12b).
4) Experimentar la
Palabra de Dios.
Este es el último paso del proceso enseñanza–aprendizaje, sin el
cual no podemos decir que realmente se ha enseñado. Cuando el discípulo
comienza a vivir de acuerdo con lo que se le ha enseñado de la Palabra de Dios, entonces
podemos decir que la ha aprehendido y aprendido. Todo principio bíblico
presentado debe ser vivido. No es la verbalización lo que hará cambiar al
mundo, sino la vivencia, la experimentación. El testimonio más fuerte no es
nuestra declaración de fe sino que nuestra vida. El que verdaderamente ha
aprendido la Palabra
de Dios, cambia su forma de vida pues ella "es viva y poderosa y más
cortante que toda espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y
del espíritu, hasta la médula de los huesos". (Hebreos 4:12). Una
experiencia así nos conduce a la transformación. Experimentar la Palabra de Dios es vivir a
Cristo (Efesios 4:20,21).
Pero tengamos en cuenta, además, que los cristianos no sólo
aprendemos de la Biblia
sino también de las circunstancias del "libro de la vida" y su
reflexión; de las enseñanzas de nuestros tutores, maestros y pastores; y de la
revelación del Espíritu Santo.
Conocer, comprender, valorar y
experimentar la Palabra
de Dios, son los cuatro pasos fundamentales
del proceso enseñanza–aprendizaje de la espiritualidad. ¿Estamos
aplicándolos adecuadamente en nuestra misión de enseñar a nuestro prójimo y
hermanos? Esta es una pregunta que cada cristiano debe responderse con
sinceridad.
La enseñanza juega un rol importantísimo
en el desarrollo cristiano. Este es el ministerio principal que deben ejercer
los ministros de una comunidad, junto a la orientación, la sanidad y la vida
devocional. En la medida que la enseñanza sea clara, organizada, planificada,
secuenciada y apunte a objetivos definidos, se logrará en forma más rápida el
progreso de los discípulos.
Queremos hacer del discípulo, su familia
y la comunidad, verdadera imagen de Jesucristo aquí en la tierra y la Nueva Jerusalén de
Dios. para esto es necesario que la mente sea alimentada con conocimientos
sencillos pero profundos, prácticos y con un respaldo teológico sólido, frutos
del estudio y la profundización de las Escrituras.
Tiene aquí un papel fundamental el
maestro, conocedor de la doctrina y de las metodologías más adecuadas para
transmitirla al discípulo. Recordemos que el discipulado cristiano más que un
traspaso de información se propone la "formación" de las vidas.
Principios de la Enseñanza Cristiana.
La enseñanza está dirigida al intelecto
y tiene como propósito la comprensión de los procesos por los que pasa el alma
en el Reino de Dios, la toma de conciencia del pecado y la condición espiritual
de la persona, el cambio de actitud frente a Dios y el prójimo y la revelación
de cual es Su voluntad para nuestras vidas.
Para esto el maestro debe esgrimir con
destreza la Palabra
de Dios, de acuerdo a la necesidad del individuo o grupo que la recibe. También
debe considerar algunos principios propios del aprendizaje humano: exploración
o diagnóstico, planificación de las acciones con objetivos claros, graduación
de la enseñanza, motivación previa para despertar el interés, aprobación o
premio para estimular o reforzar y repetición o confirmación de los
aprendizajes.
La “exploración”
es el primer paso que todo ministro debe realizar antes de comenzar cualquier
enseñanza o proyecto. ¿Cuál es la condición de los oyentes, la iglesia o los
discípulos? Esto fue lo que hizo Nehemías antes de restaurar las murallas y
puertas de Jerusalén: inspeccionó la ciudad, hizo un diagnóstico de la realidad
y en base a eso planificó luego la obra. Un buen diagnóstico hecho a través de
una conversación profunda, observación constante y convivencia con las
personas, nos permitirá conocer acabadamente sus capacidades, deficiencias,
intereses y expectativas, a objeto de aplicar la enseñanza adecuada (Nehemías 2:11-15).
La “planificación” es el segundo paso necesario para la
edificación de las vidas mediante la enseñanza. Dios todo lo organiza, nada es
al azar y es Su mismo espíritu quien nos guiará en nuestra acción. La enseñanza
debe ser planificada de modo que los discípulos crezcan rectamente, orientados
por la sana doctrina. Así es que ante una vida o comunidad, en segundo término
debo plantearme ¿Qué objetivo me propongo lograr? De seguro este será lograr
una nueva virtud o un nuevo conocimiento (Proverbios
16:9).
La “graduación”
de la enseñanza en temas secuenciados desde los más simples y rudimentarios
hasta los más profundos y complejos, es el tercer principio que nunca debemos
olvidar. No podemos pasar a conocimientos superiores si no dominamos los
básicos. Es así que hay enseñanzas para cada etapa de crecimiento espiritual.
Mientras más avanzada la enseñanza exige un mayor compromiso, por tanto no es
conveniente entregarla a quien no esté capacitado para cumplirla. La enseñanza
para los discípulos aprendices y fieles ha de ser clara y muy práctica, en
cambio para responsables, obreros y ministros deberá impartir responsabilidad y
una mayor visión (Hebreos 6:1-2).
La “motivación”
previa es una verdadera carnada o envoltorio llamativo que despierta el
interés, cuarto principio a manejar por el buen maestro. Una parábola
interesante, un diálogo con los oyentes, un dibujo, un texto bíblico
entretenido, un testimonio, pueden ser excelentes motivadores antes de iniciar
una enseñanza. En esto debemos ser muy creativos, como lo fue Jesús el Maestro,
y no desechar métodos, por inusuales que nos parezcan, lo importante es
mantener y atraer la atención del discípulo (San Juan 4:7-15).
La “aprobación”
o premio para estimular una buena conducta es otro principio bíblico de la
enseñanza, el quinto que refuerza positivamente los logros del discípulo. Nunca
debemos dejar pasar las buenas acciones y cualidades del hermano sin aprobarlo,
reforzarlo con una palabra de aliento, estímulo, aprobación: ¡qué bien lo
hiciste! Esto da seguridad y es una expresión del amor de Dios en nosotros; lo
opuesto es frialdad, indiferencia, falta de caridad. Si aprobamos al discípulo,
al esposo, la esposa, los hijos, el compañero de trabajo, cuando triunfan,
ellos crecerán en autoestima y Dios nos aprobará a nosotros (Hebreos 11:6).
La “repetición”
o confirmación de las enseñanzas es el sexto y último principio, tan utilizado
por los apóstoles. La memoria es frágil y retiene tan sólo un 25% de lo
escuchado. De allí que sea necesario que siempre estemos repitiendo y
profundizando las enseñanzas, como así también estemos leyendo, estudiando,
meditando y memorizando la
Palabra de Dios. No importa cuantas veces repitamos un mismo
tema. Incluso es necesario que así sea hasta que la mente lo penetre
enteramente y esta enseñanza se haga vida en nosotros. No es bueno saltar de un
tema a otro, sino profundizar uno y repetir, hasta que se logre el objetivo (2 Pedro 1:12).
BIBLIOGRAFÍA.
1) Dr. Juan Carlos Ortiz;
"El Discípulo", 1977.
2) Documento “La Enseñanza Cristiana ”,
Corporación Resplandor.
3) Rafael Serrano; http://www.monografias.com/trabajos6/fubi/fubi.shtml#ense
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