VI PARTE
Pastor Iván
Tapia
Lectura bíblica: Hebreos 5:14
Propósitos de la lección: Desarrollar una conciencia capaz de juzgar y discernir acorde a la mente de Dios.
Propósitos de la lección: Desarrollar una conciencia capaz de juzgar y discernir acorde a la mente de Dios.
H
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ablando con realismo, todos juzgamos
las conductas de nuestro prójimo. Se habla de los padres, que si hicieron
correctamente su labor formadora con sus hijos, se habla de éstos si son buenos
o desagradecidos; evaluamos las conductas y actitudes de los personeros
públicos, de los maestros, los religiosos, etc. Si no lo hacemos en reuniones,
lo hacemos con nuestros cónyuges o familias. Y por último, si somos personas
muy discretas, lo hacemos en nuestra mente. Pero nadie escapa a esta
característica pues hemos sido dotados de una capacidad de juicio.
I. JUZGANDO EL JUICIO
Juzgar, según el diccionario, es “deliberar, quien tiene autoridad
para ello, acerca de la culpabilidad de alguno, o de la razón que asiste en
cualquier asunto, y sentenciar lo procedente”. De modo que, sea que lo hagamos
con otros o en la intimidad de nuestro pensamiento, al juzgar la conducta y el
proceder de otra persona o grupo, estamos deliberando o discutiendo el asunto
para llegar a una sentencia final. Pero ¿tenemos la autoridad para hacerlo? Las
sociedades y las organizaciones instituyen personas con capacidad para juzgar.
Estos jueces y autoridades lo hacen bajo ciertas normas, reglamentos,
estatutos, códigos. En la
Iglesia se ejerce juicio de acuerdo a como Jesucristo lo
indica en el Evangelio. Pero en el diario vivir ¿es correcto que hagamos
juicio? La Biblia
plantea un justo equilibrio entre hacerlo y no hacerlo, aclara la forma en que
no debemos hacerlo y el modo correcto en que podemos hacerlo si determinamos
llevarlo a cabo. Es lo que estudiaremos a continuación.
EL JUICIO NOS RETRATA
"No juzguéis, para que no seáis juzgados" (San Mateo 7:1).
En el Sermón del Monte, el Maestro nos aconseja no juzgar, pues
quien lo hace probablemente del mismo modo será juzgado. La misma medida que
aplicamos a otro nos será aplicada a nosotros. Si juzgamos duramente la
conducta generosa de otro, como “despilfarro”, tal vez sea porque nosotros
anhelamos ser tan generosos como él. Seguramente cuando actuemos así también
seremos juzgados de ese modo. En nuestros juicios, a veces lapidarios, en
verdad reflejamos nuestra propia condición. Cuando María de Betania tomó una
libra de perfume de nardo para ungir los pies del Maestro, Judas juzgó este
gesto como un despilfarro y falta de solidaridad con los pobres; en realidad se
estaba juzgando a sí mismo, pues él era ambicioso, ladrón y materialista,
después vendería a Jesús por un puñado de monedas (San Juan 12:3-5). Cuando juzgue la conducta de otros hágase esta
pregunta: ¿qué característica personal estoy juzgando de mí mismo?
NO TENEMOS DERECHO A JUZGAR
Otro caso de juicio literalmente “lapidario” es el de aquella
mujer que fue sorprendida por los judíos en el acto mismo de adulterio. Estaba
pronta a ser apedreada, lo cual habría causado su muerte. El Maestro dice “El
que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra
ella”. Comenzando por los más viejos, con más pecados acumulados, hasta los más
jóvenes, se retiraron; pues nadie tenía autoridad para juzgarla (San Juan 8:1-11). Es claro que ningún
ser humano, siendo todos pecadores, puede hacer un juicio moral de otro.
Podemos evaluar la mala o buena conducta de otro, de acuerdo a un código social
establecido, pero no tenemos derecho a juzgar y condenar. Sólo Dios puede
hacerlo justamente.
“Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la
medida con que medís, os será medido” (San
Mateo 7:2)
Todos los cristianos habremos de ser juzgados en el Tribunal de
Cristo (2 Corintios 5:10; Romanos 14:10)
según nuestras obras o comportamiento. Será el momento de ser juzgados con
justicia ¿Cómo nos juzgará Dios? Conforme a nuestras creencias, conforme al
Evangelio que hoy proclamamos, conforme a Su Verdad. Si hemos sido personas sin
misericordia en nuestros juicios, Él será sin misericordia en Su juicio. Si
hemos sido excesivamente críticos, Él será crítico con nuestra conducta. Si
hemos hablado de amor y no fuimos amorosos con el prójimo, pues Él no será
amoroso con nosotros. Si somos misericordiosos en nuestro juicio del prójimo,
Él Juez justo será misericordioso en el tribunal. Si somos perdonadores Él nos
perdonará. Si somos pacientes y tolerantes ahora, Él hará otro tanto. Todo esto
“porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia;
y la misericordia triunfa sobre el juicio” (Santiago 2:13). Aún cuando Jesucristo actuará como Juez en el
tribunal de Cristo, Él lo hará con misericordia (San Lucas 6:37). Ser juzgados, condenados o perdonados dependerá de
nuestra conducta hoy, aquí en la tierra.
POCA IMPORTANCIA DEL JUICIO HUMANO
“Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal
humano; y ni aún yo me juzgo a mí mismo” (1
Corintios 4:3)
El apóstol expresa que le tiene sin cuidado el juicio de otros. No
todas las personas tienen esa capacidad de abstraerse de la opinión de los
demás, pero Pablo goza de esa cualidad que le hace libre del juicio externo. No
teme a tribunal humano, dice, queriendo decir con ello que sí guarda temor y respeto
por el tribunal de Cristo. En verdad éste debe ser nuestro temor, el juicio de
Dios. Y aclara que tampoco se juzga a sí mismo, ejemplo que todos debiésemos
seguir, sobre todo cuando somos tan autoexigentes en un mundo altamente
competitivo. El juicio que la persona se hace de sí misma es muy subjetivo, lo
realiza a partir de su propia conciencia, por lo tanto no es confiable;
preferible es ser juzgados por el Señor (1
Corintios 4:4)
EL JUSTO JUICIO DE DIOS
Esperar el juicio de Jesucristo tanto para con nosotros, como para
con nuestros hermanos y prójimos, es lo más sabio. Hacerlo ahora es anticipar
el tiempo, no es tiempo de juicio sino de misericordia y gracia. Sólo
Jesucristo, Luz del mundo, podrá aclarar todo lo que hoy está en la oscuridad:
las motivaciones, las aspiraciones ocultas, los planes escondidos, los pecados
tapados, etc. Ese día cada cristiano recibirá su reprensión y su alabanza (1 Corintios 4:5)
EL INEVITABLE JUICIO
El problema del juzgar es que, sea correcto o incorrecto, igual lo
hacemos involuntariamente. Ya que no podemos escapar a esta condición de ser
seres creados con una conciencia de juicio, es que el Señor nos ha dado una
salida: "No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio”
(San Juan 7:24)
II. EL JUICIO JUSTO.
Si hemos de juzgar, deberemos hacerlo de acuerdo a ciertos
principios que la Biblia
nos enseña. He aquí algunos.
1) ANTES DE JUZGAR, MÍRESE A SÍ MISMO.
“¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no
echas de ver la viga que está en tu propio ojo?” (San Mateo 7:3)
Aquí la
Palabra de Dios habla acerca de alguien que tiene defectos,
errores y pecados; pero critica al otro, sin mirarse a sí mismo que su pecado
es tan malo y quizás peor y mayor que el de su prójimo. En otras palabras, nos
enseña a mirar primero nuestra condición antes de emitir un juicio. También
señala esa característica de los seres humanos, aquella debilidad por
criticarlo todo, por juzgar rápida y livianamente al hermano o vecino. Tú miras
la paja que está en el ojo del otro, esa brizna o pelusilla en su ojo; en
cambio no ves la enorme viga que hay en el tuyo. Un hermano hacía esta
paráfrasis: “¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no el
aserradero en el tuyo?” Tal vez tenemos una gran cantidad de manchas en nuestra
mirada y esas mismas manchas, como en el caso de las cataratas en los ojos,
empañan nuestra mirada sobre el otro. ¡Cuidado con los juicios fáciles! No
olvidemos ese principio ya expuesto de que el
juicio nos retrata.
2) NO JUZGUE A OTRO DE SU PECADO SI
USTED ES CULPABLE DEL MISMO.
“O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he
aquí la viga en el ojo tuyo?” (San Mateo
7:4)
Los que venían a juzgar y a
condenar a la mujer adúltera, al mirarse a sí mismos desistieron de sus
juicios. ¿Se sintieron culpables? ¿o indignos de juzgar? ¿tuvieron acaso
misericordia de esa pobre mujer? Creo que no fue la misericordia de ellos, sino
la de Jesús, que no le condenó. Ellos actuaron como siempre, en forma
legalista; se aplicaron la ley a sí mismos y resultaron faltos.
Es evidente que el pasaje mencionado se
refiere a un juicio hipócrita. El hermano que tiene una viga en su propio ojo
no debe juzgar a otro que tiene una paja en el suyo. La enseñanza es clara,
usted no puede juzgar a otro de su pecado si usted es culpable del mismo
pecado.
Puede ser que no caigamos en adulterio, lascivia, actos impuros,
pero los veamos en la televisión, en los periódicos y revistas, nos llamen la
atención y conversemos sobre ello. Es otra manera más solapada de pecar.
Nuestra carne, hermanos, es inclinada al mal y seguimos siendo pecadores,
aunque nos hayamos arrepentido. El pecado está en el corazón del hombre.
3) NO SEA HIPÓCRITA, NO FINJA LO QUE NO ES
“¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces
verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano” (San Mateo 7:5)
Si usted desea ser un buen juez de otras personas, comience por
hacer un juicio en que el acusado sea usted mismo. Un buen profesor hace
primero él lo que enseña y pretende lograr de sus alumnos, es decir enseña con
el ejemplo. Un buen médico muestra en sí mismo el cuidado de la salud que él
recomienda a sus pacientes. Todo profesional, si se aprecia a sí mismo y es
coherente con su vocación, cumplirá primero en su propia vida lo que practica
con y por los demás.
Lo contrario es incoherencia e hipocresía. Hipocresía es el
fingimiento y apariencia de cualidades o sentimientos que no se tienen. ¿Cómo
vamos a exigir que otros sean generosos si nosotros actuamos de manera egoísta?
¿Qué derecho tenemos a demandar obediencia si nosotros no respetamos la
autoridad? Nada podemos obligar a hacer a otros si nosotros no lo cumplimos en
nuestras vidas. Todo el mundo sabe que es una hipocresía pedir del otro algo
que no tenemos; pedir amor sin tenerlo nosotros. Cuando lo exigimos fingimos
tenerlo, porque es evidente que nada se puede exigir si primero no se cumple en
nosotros.
4) LÍMPIESE ANTES DE JUZGAR
“¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces
verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano” (San Mateo 7:5)
Si ya ha sacado esa viga de usted, si ha dejado el egoísmo, si es
una persona generosa, si usted está siempre dispuesto a ayudar el prójimo con
un buen corazón, entonces sí ahora está en condiciones de emitir un juicio
mesurado. ¿Por qué no un juicio tajante y definitivo? Porque nada en el ser
humano es definitivo. Quizás ahora usted tenga esa buena disposición hacia el
prójimo, esté pasando un buen tiempo económico, emocional, espiritual; pero
¿quién dice que mañana no será probado como Job y ya no podrá ser tan
dadivoso? El juicio para con el hermano
debería ser entonces con mucha comprensión.
Dice Jesús que, luego de haber sacado nuestra viga “entonces verás
bien para sacar la paja del ojo de tu hermano”. Por tanto es esencial para
emitir un juicio justo, primero comenzar por casa, por nosotros mismos y
preguntarnos ¿estoy capacitado para juzgar a mi hermano en esta área? Nótese
que el juicio debe ser acotado o restringido exclusivamente a un área
específica. David fue enjuiciado por Natán en algo muy específico: adulterio y
asesinato (2 Samuel 12:1-10); no fue
juzgado por otra cosa que no fuera aquella grave falta por la cual hizo
blasfemar a otros de Dios (v. 14)
Natán habló a David no sólo por su inspiración del Espíritu Santo,
sino también porque él mismo era un hombre santo, limpio de tales pecados. El
Señor no puede usar instrumentos inmundos para juzgar a otros, cuando es
imprescindible hacerlo (2 Timoteo 2:21)
III. DESARROLLANDO EL JUICIO JUSTO
Hemos visto que para bien juzgar tenemos que: a)
antes de juzgar, mirarnos a nosotros mismos; b) no juzgar a otros de su pecado
si somos culpables del mismo; c) no ser hipócritas finjiendo lo que no somos; y
d) limpiarnos antes de juzgar. Pero nada podríamos hacer al respecto si no
desarrollamos la capacidad de juzgar que es el discernimiento.
EJERCÍTESE EN EL DISCERNIMIENTO DEL BIEN Y DEL MAL
"Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado
madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el
discernimiento del bien y del mal" (Hebreos
5:14)
Cuando la
Sagrada Escritura del Nuevo Testamento habla de “alimento
sólido” se está refiriendo a una comida espiritual más elaborada y contundente,
que tiende al desarrollo de virtudes, actitudes y compromisos con Dios más
adelantados, quizás correspondientes a personas que cumplen funciones
específicas en la obra y a líderes de pequeños o grandes grupos. Esas personas
cristianas deberán poseer un sentido del juicio, o conciencia, ejercitado en el
discernimiento de lo bueno y lo malo. Tales personas, consideradas maduras, son
capaces de separar juicio de condenación; los hombres no estamos en
este mundo para condenar a nadie, sólo Dios condena por medio de Su Palabra.
Pero sí podemos ejercer juicio “justo”, mas para ello necesitamos discernimiento.
El discernimiento es una capacidad que actúa como una especie de
cedazo, como cuando los obreros de una construcción separan la arena de las
piedras con un harnero. Esta capacidad es uno de los signos de madurez
espiritual. Los teólogos aclaran el significado de "discernir" como
"una distinción, una clara diferenciación, discernimiento, juicio; se
traduce 'discernir' en 1 Corintios 12:10
discernimiento de espíritus, juzgando por evidencias si es que son de Dios o
son del maligno". Es decir que discernir significa también juzgar. Aquí no
hablamos de un don sino de una capacidad desarrollada, la cual es signo de
madurez, la virtud de justicia (Mateo 5:38-42).
¿Cuál es la diferencia entre justicia y discernimiento? La
justicia es la virtud cardinal que consiste en “la voluntad firme y constante
de dar a cada cual lo suyo”. Dar a cada uno lo suyo no significa dar a todos lo
mismo, sino una igualdad proporcional, correspondiente a la dignidad y derechos
de cada uno. El juicio a un ministro, que tiene mayor conocimiento y
responsabilidad que un miembro nuevo, no podrá ser igual que a cualquier
cristiano, por ejemplo. Existen diversos tipos de justicia humana: a) conmutativa o particular, defiende el
bien privado de la persona física o moral; b) general o legal, propia de toda comunidad y fomenta el bien común;
c) distributiva, regula la cantidad
de privilegios que corresponde a cada uno en la sociedad; d) social, protege los llamados derechos
naturales de la sociedad y de sus miembros; e) vindicativa, lleva al culpable a la pena merecida, en espíritu de
reparación y no por venganza.
Pero Dios en Su Palabra nos ha mostrado otro tipo de justicia, la justicia evangélica, la cual desborda a la justicia humana. Esta justicia es
una mezcla de ley y caridad. Para ejercerla consideraremos los siguientes
principios:
1) El discípulo debe cumplir con lo exigido por la
justicia con espíritu de caridad, no por obligación.
2) El amor no se preocupa por saber cuáles son los
límites estrictos del derecho de otros, sino que sólo mira a la necesidad del
prójimo. Incluso atiende a los que han perdido su derecho.
3) La caridad está siempre pronta a renunciar a sus
propios derechos en provecho del prójimo, siempre y cuando no signifiquen la
perdición de ambos.
COMO DESARROLLAR UNA CONCIENCIA JUSTA
El discernimiento en comparación con la justicia, es apenas una
función de ésta. Por medio del discernimiento puedo ejercer justicia. El
discernimiento no necesariamente me conduce a ejecutar justicia; puede ser
únicamente un ejercicio intelectual. Discernimos que tal o cual persona está
equivocada, que lo que alguien hizo no es correcto, que fue malo o bueno lo que
respondí o hice; pero todos estos juicios no implican necesariamente un
veredicto y una condena al imputado. El discernimiento nos sirve para evaluar
conductas, lo cual es necesario. Educar al discípulo en el discernimiento, para
que sepa discernir entre lo bueno y lo malo, y así juzgar en forma correcta, es
un desafío para todo tutor. Desarrollar una conciencia capaz de juzgar y
discernir acorde a la mente de Dios, es una tarea no menor en el discipulado. A
continuación veremos como se desarrolla esta capacidad:
1. Reflexionando sobre las propias decisiones y sus
consecuencias. Si no aprendemos a sacar conclusiones de los que nos sucede como
efecto de nuestro caminar, jamás avanzaremos en el desarrollo de la justicia y
el discernimiento.
2. Estudiando la Palabra de Dios, pues en ella están los
pensamientos del Juez Supremo, podemos entender Su Verdad y comprender el modo
de examinar cada acontecimiento de la vida.
3. Orando y pidiendo al Señor que nos dé don de
discernimiento, que desarrolle nuestra capacidad para diferenciar el bien del
mal y ponga la virtud de justicia en nosotros para dar a cada uno lo que le
corresponde.
4. Aumentar la capacidad de amar a nuestro prójimo,
para ejercer la justicia del Evangelio.
PARA REFLEXIONAR
1)
Analice el caso del fornicario en 1
Corintios 5:1-13.
2)
¿Juzgó Pablo al hombre fornicario de la
iglesia de Corinto?
3)
¿Faltó Pablo al mandato del Señor
"no juzguéis, para que no seáis juzgado" al juzgar al hombre e
instruir a la iglesia a juzgar también?
4)
Lea Mateo 22:15-22 y Mateo 23:13-39.
¿Podemos los cristianos hacer el mismo juicio que Él hizo a los fariseos, sobre
nuestros hermanos o prójimos?
5)
Estudie y comente con su tutor el
procedimiento disciplinario de Mateo 18:15-17.
BIBLIOGRAFÍA
1) Aristos, Diccionario
Ilustrado de la Lengua
Española , Editorial Ramón Sopena, 1965.
2) “La Ley de Cristo”, Bernard Häring, Tomo I, Editorial
Herder, Barcelona, 1964.
3)
http://www.amen-amen.net/loqueno/juzgar.htm
4) http://interbiblia.com/db/juizbibl.htm
5) http://www.buscadoresdelreino.com/NoJuzgar.htm
6) El Evangelio de Dios, Watchman Nee; Living Stream Ministry; Anaheim, California, USA. 1997.
4) http://interbiblia.com/db/juizbibl.htm
5) http://www.buscadoresdelreino.com/NoJuzgar.htm
6) El Evangelio de Dios, Watchman Nee; Living Stream Ministry; Anaheim, California, USA. 1997.
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