SANIDAD
INTERIOR
I PARTE
Pastor Iván Tapia
Lectura Bíblica: Salmo 130:4,7,8
Propósitos de la Charla : a) Deshacer toda atadura que nos inmoviliza para
amar y servir a Dios; b) Aprender a perdonar en Cristo; y c) Pedir
perdón y perdonar para recibir la sanación del alma.
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ehová es un
Dios que perdona, pero no a la manera humana. Nosotros "hacemos la vista
gorda", nos "hacemos los lesos"; Dios no perdona de ese modo. Él
hace justicia. El pecado del ser humano merece un castigo. Por ser tan graves
la calidad y cantidad de pecados, el hombre merece morir. Lo que Dios hizo fue
reemplazarnos: Él se hizo humano y sufrió en su carne el castigo de nuestro
pecado. Es la manera justa que tiene Dios de perdonar. Él es misericordioso pero
también es justo, es legal. No sólo es gracia, también es ley. ¿Cómo concilia
Dios la Ley con la Gracia ? Muriendo por
nosotros, redimiéndonos. Ahora iniciamos una serie de enseñanzas que nos
introducen en el modo que Dios ejerce Su perdón en nuestras conciencias,
específicamente aquel perdón que dice relación con nuestra emocionalidad, es
decir el proceso de "sanación o sanidad interior"
DIFERENCIA
ENTRE SALVACIÓN Y SANACIÓN
La salvación se
relaciona con nuestra culpa ante Dios. La salvación del alma es el primer paso
en nuestro desarrollo espiritual cristiano, y se obtiene por medio de la fe en
Jesucristo. “Porque
primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por
nuestros pecados, conforme a las Escrituras; / y que fue sepultado, y que
resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3,4) Cristo nos salvó en la cruz; es una obra ya
concluida y perfecta.
¿Para qué vino
Jesucristo a la tierra? Él mismo nos responde que Su propósito al venir a
nosotros es para darnos la vida "zoé" que viene de lo alto y dárnosla
de un modo abundante (San
Juan 10:10) La
Biblia dice que Jesús vino para ser Príncipe y
Salvador, para dar arrepentimiento y el
perdón de los pecados (Hechos
5:31) De modo que sólo en Cristo tenemos
el perdón de pecados (Efesios
1:7; Colosenses 1:14) Si queremos la salvación eterna de nuestra
alma, para vivir junto a Dios y no recibir castigo de condenación, pues bien,
necesitamos dirigirnos a Cristo, Camino, Verdad y Vida. ¿Es usted salvo?
La sanación o sanidad interior tiene
relación con el estrago que han ocasionado las culpas nuestras y de otros sobre
el alma. Esas culpas provocan heridas, traumas, complejos, etc. El propósito de
la sanidad interior es la sanidad de las emociones y de la psiquis (Jeremías 17:14) La sanidad interior se
logra por medio del amor y el perdón del Espíritu Santo. Cristo nos sanó en la
cruz, pero nosotros tenemos que tomar esa sanidad y hacerla vida en nosotros.
“El fue herido por nuestras rebeliones” “Por su yaga fuimos nosotros sanados” (Isaías 53:4-6)
EL PODER DE DESATAR
Cristo dio a Su Iglesia el poder de
“desatar” nudos. Estamos atados, inmovilizados, no estamos libres, cosa que Él
no quiere para nosotros. Jesucristo desea liberarnos del pecado y de las culpas
ocasionadas por el pecado personal y ajeno (San Mateo 16:19)
Culpa es el peso desagradable en la
conciencia de bien y mal.
Temor es miedo al castigo (1 Juan 4:18)
Castigo es la acción de Dios o el prójimo
sobre alguien, luego de un juicio.
La culpa nos hace actuar con poca
libertad, temor al castigo, temor a ser descubierto. Surge por falta de perdón.
Podemos ser “salvos”, saber que Dios
nos ama y ha perdonado todos nuestros pecados, pero vivir con un continuo peso
en el alma, una emocionalidad herida, porque sólo hemos hecho un acto de
constricción ante Dios pero no hemos permitido que el Espíritu Santo nos sane.
Si lo permitimos, hasta nuestros males físicos podrán desaparecer. Muchas de
nuestras enfermedades son de origen psíquico o psicosomáticas (San Mateo 9:2,7)
Los cristianos
desatamos ataduras por medio del perdón. Ya en el Antiguo Pacto se prefiguraba
el sacrificio de Cristo por medio del derramamiento de la sangre de un animal
puro, para perdón de pecados. Jehová enseñó a Moisés que, cuando alguna persona
pecara, debería ofrecer un becerro por expiación, traerlo delante del
tabernáculo y los ancianos, poniendo sus manos sobre el animal -de ese modo
transferían el pecado a él- y lo degollarían para verter su sangre. El
sacerdote llevaría la sangre del becerro y rociaría siete veces delante del
velo que separaba del lugar santísimo, y derramaría el resto de la sangre al
pie del altar del holocausto. De ese modo obtendría el perdón. Ese becerro
simboliza a Jesucristo, nuestro Becerro Santo y sin mancha, que entregó Su
sangre para limpiar nuestros pecados y culpas. El lugar santo es nuestra alma y
el lugar santísimo nuestro espíritu, en el cual tenemos comunión completa con
Él, por medio de Su Espíritu Santo que lo habita (Levítico 4:20)
IMPORTANCIA DEL
PERDÓN PARA LA
SANIDAD INTERIOR
La falta de
perdón nos tiene atados, heridos, culpables, enfermos, tristes, amargados. Si
nos sanamos mediante el perdón, seremos más felices, menos desvalorizados, más
sanos, comunicativos, alegres, aptos para la obra del Reino.
Debemos a Dios
obediencia, cuando no lo hacemos quedamos en deuda. Entonces le pedimos a Él
que nos perdone esa deuda. Por ejemplo: el engañar a nuestro cónyuge es
adulterio e infidelidad. Le pedimos perdón sincero al Señor. ¿Qué hace Él?
Limpia nuestros pecados con Su sangre y nos dice "vete y no peques
más". Ese pecado ya ha sido expiado. Del mismo modo debemos perdonar a
quien nos ofende. Por ejemplo: el engañado cónyuge se entera, lo lamenta,
sufre, pero cubre con la sangre de Cristo ese pecado. No basta nuestro amor y
comprensión humana, sino la sangre del Cordero (San Mateo 6:12)
Le pedimos a
Dios que perdone nuestros pecados. ¿Tenemos derecho a ello? Sólo si nosotros
hacemos lo mismo "porque también nosotros perdonamos a todos los que nos
deben" ¿Cómo vamos a perdonar a los que nos deben? Con el perdón Divino,
el del Señor. Es nuestro deber perdonar (San
Lucas 11:4)
Las personas
que no están sanas no logran evangelizar adecuadamente, no pueden discipular a
otros. Previo a la acción evangelizadora y discipular está la sanidad interior.
Nuestra obligación es perdonarnos unos a otros y ser benignos, así como Dios
nos perdonó. El Espíritu Santo nos invita a perdonarnos unos a otros, si
alguien tiene queja, a imitación de Cristo que nos perdonó (Efesios 4:32; Colosenses 3:13)
PERDONAR
Otros nos han
agredido. Es imprescindible que usted pueda: a) perdonar a los que le dañaron
cuando pequeño, cuando joven o adulto; b) perdonarse a sí mismo/a, aceptar sus
debilidades y defectos, antes de emprender una transformación, “tenerse
paciencia”; c) perdonar a la vida que le ha sido dura o difícil, no luchar
contra Dios sino aceptar esta vida como le ha venido, no ser inconformista,
aceptar lo que le ha tocado sufrir.
PEDIR PERDÓN
Todos tenemos
motivos para pedir perdón. Como no lo hemos hecho, estamos débiles, amargados,
enfermos, culpables. La conciencia nos acusa de pecado y esto nos hace muy mal
al espíritu, al alma y también al cuerpo. Recuerde que el pecado mata “La paga
del pecado es muerte” (Romanos 6:23)
De ahí que
necesitemos imperiosamente: a) pedir perdón a Dios por los muchos pecados y
ofensas que le hemos hecho a Él no cumpliendo Sus mandamientos; b) pedir perdón
a nuestros padres, hermanos, por los agravios contra ellos, tanto en palabras y
acciones, como también por aquello que debiendo hacer no hicimos; c) pedir
perdón a amigos, ex – esposos vivos o muertos, otros familiares; d) pedir
perdón a los hijos.
Esta petición de
perdón es a nivel espiritual, en oración, pues se trata de nuestra
sanidad. Otra cosa es la sanidad de las relaciones familiares y sociales. Señor perdóname, amigo perdóname...
CONCLUSIÓN
La sanación no impide la vida eterna ni tampoco
ayuda a ella. Usted puede morir enfermo, lleno de traumas, heridas, complejos,
etc., e irse al cielo. Pero no puede irse al cielo si no tiene la salvación, si
no ha recibido a Cristo. Claro que la sanación le hará más apto para el Reino.
Un soldado de Jesucristo debe estar sano, si quiere ser instrumento para honra, un cristiano santificado, útil al Señor y
dispuesto para toda buena obra (2
Timoteo 2:21)
PARA REFLEXIONAR:
1)
¿Siento que hoy he desatado un nudo en mi vida
espiritual?
2)
¿He pedido perdón a Dios por todos mis
pecados?
3)
¿He perdonado a todos mis agresores,
cubriéndolos con la sangre de Jesucristo?
4)
Haga un listado de aquellas heridas que aún
tiene en su corazón y preséntelas a Dios en su oración personal durante esta
semana.
BIBLIOGRAFIA
1) W.W. Rand;
"Diccionario de la
Santa Biblia "; Editorial Caribe; Miami, Florida, Estados
Unidos
2) Santa
Biblia, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers,
USA.
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