CLAVES PARA LA FELICIDAD
III PARTE
Pastor Iván
Tapia
Lectura
Bíblica: Filipenses
3:7-11
Propósitos
de la Charla :
a) Diferenciar la justicia humana de la justicia Divina; b) Comprender y
aplicar el concepto bíblico de justicia y justificación; c) Valorar la
justificación por medio de la fe en Jesucristo.
“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he
estimado como pérdida por amor de Cristo. / Y ciertamente, aun estimo todas las
cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi
Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar
a Cristo, / y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la
ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe;
/ a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus
padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, / si en alguna
manera llegase a la resurrección de entre los muertos.” (Filipenses 3:7-11)
H
|
abía
en un pueblo del medio oriente una mujer de escasos recursos. Ella tenía
guardadas en un lugar seguro de su casa diez monedas de plata. Era de lo que su
marido le dejaba cuando volvía de su trabajo, para las compras de alimentos en
el mercado y otras necesidades. Un día, al ir a tomar el dinero, se le cayó una
de las monedas y se preocupó mucho, pues era
el ahorro que había logrado hacer. Entonces comenzó a buscarla por todo
el piso empedrado de la casa, encendió una lámpara y buscó sin hallarla, barrió
todo el lugar con la esperanza de recuperarla ¿Qué le diría a su esposo cuando
llegara? Buscó diligentemente casi todo el día hasta que por fin la vio
reluciente en una esquina, junto a un viejo mueble. Tanta fue su alegría que
llamó a sus amigas y vecinas para que juntas se regocijaran con ella. (San
Lucas 15:8-10)
Los
seres humanos buscamos algo que perdimos. Si alguien busca algo es porque no lo
tiene; nadie busca algo que ya tiene, y el que algo busca sabe o a lo menos
intuye lo que busca. Los artistas buscan la belleza, los científicos la verdad,
los políticos el poder, los empresarios el dinero, los trabajadores la subsistencia
y la prosperidad, los religiosos la salvación de sus almas. Todos buscamos
algo. En verdad todos los seres humanos de este planeta buscamos algo que
perdimos, nuestra primera condición de criaturas en comunión con su Creador.
Tal vez la gran mayoría no esté consciente de ello, pero es una realidad. ¿Qué
nos conecta o nos re conecta con esa realidad espiritual? La filosofía y la
religión; por excelencia esta última. De cómo llevemos nuestra religión, si la
tenemos, dependerá la satisfacción de la recuperación de esa condición primera
del hombre y la mujer.
A esa
búsqueda la mayoría de la gente llama “felicidad”. Todos buscan su felicidad,
un buen pasar, la satisfacción de todas sus necesidades y el disfrute de la
vida. Hoy por hoy el placer es el principal acicate para vivir; las masas
humanas van en pos de todo lo que les pueda brindar ese placer, en el sexo, el
dinero, el poder, el deporte, la autorrealización, etc. Se busca la felicidad
en lo externo, en el hacer, pero también, no podemos negarlo, se busca la felicidad
en lo interno. Una gran cantidad de escuelas filosóficas, sectas y religiones intentan
brindar a las personas ese camino de realización personal espiritual que les
conduzca hacia la felicidad.
La
felicidad es algo que perdimos. La
Biblia nos muestra y demuestra que el ser humano no siempre
fue el mismo. Hubo un tiempo en que compartió familiarmente con Dios y fue
feliz en la inocencia, cuidando y labrando el jardín del Edén, compartiendo su
vida en pareja, sin culpas, dolor ni enfermedad. Ese estado se perdió cuando
entró el pecado en él. Allí comienza su peregrinar por una tierra hostil, por
una vida difícil de llevar.
Pero el
origen de este mal va más atrás, se origina en los cielos con la rebelión del querubín
Lucifer, quien “Por haberse estirado en su altura levantando su copa hasta
las nubes, y haberse engreído su corazón por su grandeza” fue expulsado de
la presencia de Dios (Ezequiel 31) El Espíritu Santo dice de él: ”Tu
esplendor ha caído en el Seol...¿Cómo has caído desde el cielo, brillante
estrella, hijo de la Aurora ?...Te
decías en tu corazón: el cielo escalaré, encima de las estrellas de Dios
levantaré mi trono...Subiré a las alturas de las nubes, seré igual al Altísimo”
(Isaías 14:11-14). Y en otro pasaje aclara: “Tú eras el dechado de la
perfección, lleno de sabiduría y de espléndida belleza. En el Edén, jardín de
Dios, vivías. Innumerables piedras preciosas adornaban tu manto: rubí, topacio,
diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, carbunclo y esmeralda; de
oro era el borde de tu manto, de oro las incrustaduras, todo a punto desde el
día en que fuiste creado. Como un querubín protector yo te había puesto en el
monte santo de Dios. Eras perfecto en tus caminos desde el día en que fuiste
creado, hasta que apareció en ti la iniquidad. Con el progreso de tu tráfico te
llenaste de violencia y pecados; y yo te he arrojado del monte de Dios y te he
exterminado, oh querubín protector, de entre las brasas ardientes. Tu corazón
se había engreído por tu belleza. Tu sabiduría estaba corrompida por tu
esplendor. Y Yo te he derribado en tierra y te he presentado como espectáculo a
los reyes” (Ezequiel 28:12-17)
Desde aquel tiempo, el “ángel de luz”, Lucifer, ahora llamado Satán, hostiga al
hombre, para contravenir a Dios. El diablo le tiene preso, sometido a su
arbitrio, como lo asegura la
Palabra de Dios: “Y él os dio vida a vosotros,
cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, / en los cuales
anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al
príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de
desobediencia, / entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo
en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los
pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.” (Efesios 2:1-3)
Si
somos víctimas del reino de tinieblas, del imperio de Satanás, de nuestra débil
naturaleza caída, del pecado que nos asecha, del enemigo de nuestras almas, de
la desobediencia de Adán y Eva, entonces necesitamos ser rescatados.
Si
hemos sido perseguidos y oprimidos por un ser espiritual de maldad que sólo
desea nuestra destrucción, si nos oprimen las culpas, las enfermedades, los
dolores, las tristezas, las heridas, los traumas, los complejos y todo tipo de
elemento diabólico, necesitamos en forma urgente ser liberados de esa
opresión.
Si hemos perdido por culpa del enemigo de Dios,
de nuestros primeros padres y por nuestra mala conducta, la imagen primigenia
dada por Dios en el Edén; si hemos perdido la libertad, la verdad, el amor, la
fe en el Creador Todopoderoso, es que necesitamos ser reivindicados, reclamar nuestro
derecho a la vida dado por Dios. Tenemos derecho a la vida en comunión con
nuestro Padre Celestial y ese derecho nos fue robado, como dice el Maestro: “El
ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que
tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (San
Juan 10:10)
Si
hemos perdido nuestra calidad de “justos”, necesitamos ser justificados.
Pues bien hay Uno que nos reivindica y hace justos, Uno que nos justifica, nos
devuelve nuestros derechos, nos libera de toda opresión, nos rescata, salva de
la perdición eterna y sana de toda enfermedad. Ese es Jesucristo.
El
concepto de justicia recorre toda la Biblia.
No se trata sin embargo de una justicia imparcial en el
sentido occidental, la justicia conforme a la norma abstracta de "dar a
cada uno lo suyo". En la
Biblia la justicia se refiere más bien y en primer lugar a un
contexto concreto de relaciones sociales. Específicamente justicia
significa rescatar a la victima, liberar al oprimido. Expresa por lo
tanto algún tipo de reivindicación o justificación.
Reivindicar deriva del latín res, rei, cosa, interés, hacienda, y vindicare, reclamar. Por tanto reivindicar es reclamar algo a lo que se cree tener derecho. Ej.: Reivindicó los derechos de los trabajadores; argumentar en favor de algo o de alguien. Ej.: Reivindicó la sencillez en el arte; reclamar para sí la autoría de una acción; reclamar o recuperar alguien lo que por razón de dominio, cuasi dominio u otro motivo le pertenece.
Reivindicar deriva del latín res, rei, cosa, interés, hacienda, y vindicare, reclamar. Por tanto reivindicar es reclamar algo a lo que se cree tener derecho. Ej.: Reivindicó los derechos de los trabajadores; argumentar en favor de algo o de alguien. Ej.: Reivindicó la sencillez en el arte; reclamar para sí la autoría de una acción; reclamar o recuperar alguien lo que por razón de dominio, cuasi dominio u otro motivo le pertenece.
La verdadera justicia es reivindicación de nuestra
posición ante Dios y se realiza por la fe en Jesucristo y no por obras humanas.
1. La justicia propia que es por las obras.
¿En qué consiste la propia justicia de la cuál
escribe San Pablo cuando dice “no teniendo mi propia justicia, que es por la
ley” (v.9)? Para responder esta interrogante necesitamos devolvernos
al verso donde el Apóstol declara: “Pero cuantas cosas eran para mí
ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo” (v.7)
Dice que todo lo que para él era ganancia, ahora lo
estima pérdida por seguir a Jesucristo. ¿Qué era para él tan importante antes
de conocer a Jesús? Lo señala en los versículos anteriores: “Aunque yo tengo
también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar
en la carne, yo más: /circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la
tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; /en cuanto a
celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley,
irreprensible” (v.4-6)
Examinemos cada uno de estos aspectos u obras que
podían a Pablo hacerle recuperar su condición de “hijo de Dios”, reivindicarse
o justificarse ante el Señor como un hombre justo.
a) Era tradición judía que a los ocho días después
de nacer, se circuncidara al bebé. Esto era tan sólo un ritual ¿Puede un ritual
religioso devolvernos nuestra condición de “hijos de Dios” o darnos la
salvación? No “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no
de vosotros, pues es don de Dios; / no por obras, para que nadie se gloríe.”
(Efesios 2:8,9)
b) Pablo pertenecía al linaje de Israel; el nombre Israel
procede de un pasaje de la
Biblia donde el patriarca bíblico Jacob, después de luchar
durante toda la noche contra un ángel, y vencerlo, provocó la admiración del
mensajero divino, que lo bendijo y le cambió su nombre por el de Yisra'el,
es decir, «El que lucha con Dios» (Génesis 32:28-30). Por ello, las
tribus que se confederaron y se reconocieron como descendientes de Jacob se
llamaron a sí mismas “hijos de Israel” o “israelitas”. ¿Puede una genealogía o
la pertenencia a un pueblo o raza adjudicarnos la condición de “justos”? No “Pues no es
judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace
exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la
circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual
no viene de los hombres, sino de Dios” (Romanos 2:28-29).
c) El nombre Benjamín proviene del hebreo Ben
iamin: hijo de la diestra. Se refiere a la derecha como símbolo
de fuerza o virtud. Según la
Biblia es el hijo menor del patriarca Yaakov (Israel) y Rajel
(Raquel). Por extensión, generalmente se le llama «el benjamín» al hijo menor
de una gran familia. La tribu de Benjamín perteneció al reino del Sur o de
Judá. Cuando en 922 a . C.
el reino de Israel fue dividido, las tribus de Judá y Benjamín permanecieron
fieles a Roboam, formando el reino de Judá con capital en Jerusalén. Roboam
luchó contra el rey Jeroboam de Israel, guerra que mantuvo su hijo Abías o
Abiyam (2 Crónicas 12 y 13), acabando con su ejército y tomando Betel. ¿Será
el orgullo de pertenecer a una familia con cierto apellido motivo de
justificación ante Dios? No pues “a todos los que le recibieron, a los que
creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; / los cuales
no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón,
sino de Dios.” (San Juan 1:12,13)
d) El Apóstol se considera un
auténtico hebreo y en cuanto a la ley, fariseo. Los fariseos (פרושים perushim, de parash que significa
"separar") eran una comunidad judía que existió hasta el segundo
siglo de la presente era. El grupo atribuía su inicio al período de la
cautividad babilónica (587 a .C.
– 536 a .C.).
Algunos sitúan su origen durante la dominación persa o los consideraban
sucesores de los hasidim (devotos). Se definieron como partido durante
la revuelta de los macabeos contra los invasores sirios (167 – 165 a .C.) Sus creencias
pueden resumirse en: 1. La predestinación; 2. La inmortalidad del alma; 3.
Creencia en la vida espiritual (Hechos 23:6-9); 4. Creían en una recompensa
final por las buenas obras; 5. Que las almas de los malvados eran retenidas por
siempre debajo de la tierra; 6. Creían que los virtuosos resucitaban e incluso
migraban a otros cuerpos
(Hechos 23:8); 7. Aceptaban las Escrituras del Antiguo Testamento; 8. Alentaban la habitual esperanza mesiánica judía, a la que habían dado un giro material y nacionalista. ¿La pertenencia a una doctrina es la que me asegura la salvación? No porque es necesario más que tener un conocimiento intelectual, tener una experiencia personal espiritual con Dios, como dice Jesús a un maestro de Israel: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. / Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? / Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. / Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” (San Juan 3:3-6)
(Hechos 23:8); 7. Aceptaban las Escrituras del Antiguo Testamento; 8. Alentaban la habitual esperanza mesiánica judía, a la que habían dado un giro material y nacionalista. ¿La pertenencia a una doctrina es la que me asegura la salvación? No porque es necesario más que tener un conocimiento intelectual, tener una experiencia personal espiritual con Dios, como dice Jesús a un maestro de Israel: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. / Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? / Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. / Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” (San Juan 3:3-6)
e) Pablo fue un celoso
perseguidor de los primeros cristianos (Hechos 8:3; 9:1-2) ¿Es el celo
religioso, la pasión o fanatismo por el cristianismo lo que nos puede
“justificar”? No pues hay un celo que no está de acuerdo a la voluntad de Dios,
como dice la Escritura :
“Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por
Israel, es para salvación. / Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de
Dios, pero no conforme a ciencia. / Porque ignorando la justicia de Dios, y
procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios;
/ porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.” (Romanos
10:1-4)
f) Se consideraba irreprensible
en cuanto al cumplimiento de la
Ley. ¿Es el cumplimiento de la Ley de Dios garantía de salvación? No, “Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado
delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Romanos 3:20). Además dice: “Concluimos, pues, que el hombre
es justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos 3:28). Y en
otro pasaje: “Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la
ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo,
para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por
cuanto por las obras de la ley nadie será justificado” (Gálatas 2:16).
Todas estas cosas que antes consideraba ganancia,
ahora para él son pérdida. Es mucho más valioso Jesucristo que todo lo
anterior. ¿Qué es lo valioso para nosotros? ¿Nuestros estudios, posición
social, capacidades personales, aquello que nos llena de orgullo acerca de
nosotros mismos? ¿Pretendemos servir a Dios con esas “posesiones”?
La justicia que es de Dios por la fe.
Es fuerte la palabra que utiliza San Pablo para
aquellas cosas que antes le justificaban: “basura”. “Y ciertamente, aun
estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de
Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por
basura, para ganar a Cristo” (v.8)
El Apóstol desea ser encontrado en Jesucristo,
probablemente en el tiempo de la “manifestación de los hijos de Dios”
(recordemos la enseñanza anterior), “ser hallado en él”. El cristiano ya
no vive para sí sino para el Señor, vive metido en la mente y el corazón de
Jesucristo, vive “en” Cristo, desde el día que fue bautizado, o sea “sepultado”
en Cristo.
La correcta justicia es por fe (v.9) y la fe
en Cristo. Esa justicia o vindicación abarca los siguientes aspectos:
a) Alcanzar la excelencia del conocimiento de
Cristo Jesús, el Salvador del Hombre.
b) Conocer al Señor, el Dueño de toda la creación
incluida la Iglesia.
c) Renunciar al mundo por Jesucristo “por amor
del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura”. Jesucristo pasa a ser la
primera prioridad en la vida del cristiano: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y
madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida,
no puede ser mi discípulo. / Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no
puede ser mi discípulo.” (San Lucas 14:26,27)
d) Ganar a Cristo. “Porque yo por la ley soy
muerto para la ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy juntamente
crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la
carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí
mismo por mí. No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia,
entonces por demás murió Cristo” (Gálatas
2:19-21)
e) Tener la esperanza de “ser hallado en él”.
f) Apelar a la justicia de Dios y no a la justicia
humana “no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino teniendo la
justicia que es de Dios por la fe”
Resultados de la correcta justicia.
Los últimos dos versículos del texto que nos ocupa,
dan respuesta a la consecuencia del seguimiento de Jesucristo: “a fin de
conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus
padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, / si en alguna
manera llegase a la resurrección de entre los muertos.” (Filipenses 3:10-11).
Quien sigue al Señor obtendrá, entre muchas otras bendiciones, las siguientes:
·
Conocer
a Jesucristo es experimentarlo “a fin de conocerle” (v.10)
·
Probar
los resultados y el poder de su resurrección en nuestra vida: comunión con el
Padre, perdón de los pecados, regeneración de la vida, sanidad interior,
prosperidad, etc. “y el poder de su resurrección” (v.10) “Mas por él
estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría,
justificación, santificación y redención” (1 Corintios 1:31). Si somos “hijos
de Dios, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos con
Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él
seamos glorificados” (Romanos 8:17).
·
Participar
sus padecimientos, “y la participación de sus padecimientos llegando a ser
semejante a él en su muerte” (v.11), incluso “llegando a ser
semejante a él en su muerte”. La escritura dice “todos los que quieren
vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Timoteo
3:12)
·
Llegar
“a la resurrección de entre los muertos.” “si en alguna manera llegase a la
resurrección de entre los muertos.” (v.11)
Conclusión.
El hombre y la mujer buscan “una moneda perdida”, su felicidad edénica.
Esta es posible recuperarla sólo por medio de la justicia Divina. Dios tiene
una manera de justificarnos, muy distinta al modo humano. Hay muchas cosas que
los hombres hacemos y pensamos distinto a nuestro Creador.
Dicho en paráfrasis, el pasaje estudiado sonaría algo así: “Lo que
antes era ganancia para mí lo he desechado por algo que es más importante:
ganar a Jesucristo. Antes tenía mi propia justicia, me relacionaba con Dios por
medio de mis obras, mis propios méritos. Ahora es Dios el que me justifica y yo
sólo pongo fe en Él. El resultado de su justicia es: conocerle, tener Su poder,
padecer con Él y resucitar.”
El supremo bien a alcanzar por el cristiano es Jesucristo. De acuerdo a
este texto habría dos tipos de justicia o modos de relacionarse con Dios: 1) A
la manera humana, por las obras o por la
Ley ; y 2) A la manera de Dios, por la Gracia en la fe de
Jesucristo.
¿Cómo aplicaremos estas palabras de San
Pablo a nuestra vida?
1)
Relacionándonos con Dios no por nuestras obras sino
por la fe en Jesucristo.
2) Quitando todo
orgullo o “piadosa vanidad” de nuestra mente, no juzgando a nuestros hermanos y
prójimos. No siendo fariseos.
3) Aceptando la justicia de Dios por sobre la justicia o
justificación humanas.
4) Poniendo la
Ley en su contexto: un modelo de perfección.
BIBLIOGRAFÍA
1) P. Rossel; “Las Tribus de Israel”; Fundación Bíblica La Buena Semilla ; Buenos Aires;
Argentina; 2003.
2) http://es.wikipedia.org/wiki/Jud%C3%A1
3) http://es.wikipedia.org/wiki/Judea
4) http://es.wikipedia.org/wiki/Fariseo
5) http://www.monografias.com/trabajos10/laju/laju.shtml
6) http://www.notasteologicas.net/spip.php?article18
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