CLAVES PARA LA FELICIDAD
IX PARTE
Pastor Iván Tapia
Lectura Bíblica: San Judas 24,25
Propósitos de la Charla : a) Comprender que
sólo Dios tiene los atributos necesarios para darnos la felicidad; b) Tener una
visión global de lo que Dios nos presenta como “felicidad” para el hombre en la
vida terrena y eterna.
“Y a aquel que
es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su
gloria con gran alegría, / al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria
y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén.” (San
Judas 24-25)
S
|
an Judas Tadeo
nació en Caná de Galilea, era agricultor. Su padre fue Alfeo Cleofás, hermano
de San José y su madre María Antera, prima hermana de la madre de Jesús. Tuvo
cuatro hermanos: Santiago el Menor, apóstol; José llamado el Justo; Simón,
Obispo de Jerusalén y María Salomé, madre de Santiago el Mayor y de San Juan
Evangelista. Judas tomó el sobrenombre de Tadeo -que significa
"valiente"- para distinguirse de Judas Iscariote.
El reservado y
paciente agrónomo, al escuchar la palabra de Jesús, dejó su trabajo para
integrarse a la legión de discípulos del Mesías, convirtiéndose en uno de sus
apóstoles; siendo el más grande y fervoroso predicador de la doctrina del
Maestro. El Señor lo eligió como apóstol, y después de Pentecostés, Judas se
dedicó con afán a la predicación del Evangelio.
En la noche de
la Última Cena le preguntó a Jesús: "¿Por qué revelas tus secretos a
nosotros y no al mundo?". Jesús le respondió que esto se debía a que
ellos lo amaban a Él y cumplían sus mandatos y que a quien lo ama y obedece,
vienen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y forman habitación en su alma (San
Juan 14:22).
San Judas fue a
predicar a la Mesopotamia
y Libia. Llevó el mensaje mesiánico hacia las regiones de Galilea, Judea, Asia,
Egipto, Eúfrates, Tigris, Libia, Samaria, Edesa y Babilonia, llegando hasta los
confines de Siria y Persia. En su paso por estos lugares sufrió crueles
persecuciones, más ello no lo detuvo para realizar numerosos prodigios y con su
prédica transformó cientos de personas al cristianismo, entre ellos al Rey Acab
de Babilonia.
Simón y Judas,
apóstoles, después de haber recorrido diversos países durante casi treinta
años, decidieron ir a Persia, donde fundaron y formaron Iglesias o comunidades
cristianas, una de las cuales fue la de Babilonia. Transitando por numerosos
caminos con su hermano Simón, llegó a Persia donde todas las mujeres eran
iguales "madre, tía, hermanas, sobrinas"; los muertos eran llevados a
los bosques para que fueran devorados por los animales, entre otros tratos y
actos que atentaban contra los valores morales y cristianos. San Judas recorrió
todo el territorio, predicó corrigiendo todos los vicios y errores, logrando
convertirlos a todos, los cien mil habitantes; bautizó e hizo matrimonios
masivos. Con la ayuda de todos levantó capillas donde el pueblo iba a orar y a
escuchar el Sermón de los Apóstoles; hizo que enterrasen a sus muertos y todos
lograsen vivir felices cumpliendo con la
Ley de Dios y los principios cristianos. Al enterarse del
martirio de Santiago el Menor, el año 62 d.C. se encaminaron a Jerusalén donde San
Simón fue elegido como nuevo obispo.
Estos
actos de San Judas Tadeo, entregado a un pueblo especialmente reconocido por
sus propias experiencias y conocimiento, hizo que los idólatras desairados y
habiendo perdido credibilidad, decidieran adelantárseles a los Apóstoles en su
peregrinaje a la próxima ciudad, Suamir; allí mal informaron al pueblo
diciéndoles que habían llegado dos extranjeros que estaban quitando el culto a
los dioses y que debían morir. Más tarde ambos apóstoles se dirigieron
nuevamente a Persia y sufrieron el martirio. Al llegar los Apóstoles
fueron recibidos con gritos hostiles, maltratados sin misericordia y apresados,
siendo conducidos al templo para que adorasen al Sol y la Luna. Fueron
abandonados en el santuario, encadenados hasta el nuevo día en que los
sentenciaron a muerte; fuera de la ciudad San Simón fue muerto con golpes de
mazo en la cabeza y aserrándolo por medio y
a San Judas lo decapitaron con un hacha. Esto sucedió aproximadamente el año
107 d.C., a inicios del siglo II d.C.
Se encuentra
escrito en crónicas de la época testimonios señalando que, en el momento en que
murieron hubo un fuerte temblor, se cayó el templo de adoración al Sol y la Luna , y quedó destruido el
altar de los ídolos, huyendo todos los agresores aterrorizados. Al saber la
noticia el Rey Acab llegó con sus soldados y recogió los cuerpos, llevándolos a
Babilonia. Cuando los mahometanos se apoderaron de Persia, sus restos fueron
llevados a Roma. Existe la creencia de que el Papa León III, después de haber
coronado emperador a Carlo Magno en el año 800 se los donó, siendo conducidos
sus restos a la Basílica
de San Saturnino de Tolosa, Francia, luego de su descubrimiento en 1511.
Como a San Simón
lo mataron aserrándolo por medio y a San Judas Tadeo cortándole la cabeza de un
hachazo, al primero lo pintan con una sierra y a Judas Tadeo con un hacha en la
mano.
San Judas Tadeo
escribió una Carta que está en la
Biblia , en la cual ataca a los gnósticos y dice que los que
tienen fe pero no hacen obras buenas son como nubes que no tienen agua, árboles
sin fruto, y olas con sólo espumas, y que los que se dedican a la fornicación o
pecados de impureza y a hacer actos contrarios a la naturaleza, como los actos homosexuales,
sufrirán la pena de un fuego eterno (San Judas 7).
La carta de San
Judas pertenece al género literario llamado "controversia" y tiene un
carácter abiertamente polémico y contiene abundantes elementos de la tradición
apocalíptica judía. Es un escrito cuya misión fundamental es el combatir las
ideas de la secta llamada de los "gnósticos", los cuales afirmaban
que eran personas muy espirituales y estaban "por encima" de toda
norma moral, por lo que llevaban una vida sexualmente desenfrenada. Su orgullo
los hacía creer que vivían muy unidos a Dios, a pesar de negar a Jesús como el
Mesías. Su posición era la consecuencia del "dualismo", pues
separaban de forma radical el cuerpo del alma, afirmando que Dios sólo se
ocupaba de lo espiritual, quedando el cuerpo al arbitrio del hombre. Leyendo
esta carta nos encontramos que el autor apoya su argumentación en libros
"apócrifos" tales como "La ascensión de Moisés" y el
Apocalipsis de Henoc. En esa época todavía la Iglesia no había
establecido el canon, es decir cuáles eran los libros inspirados pertenecientes
al Nuevo Testamento.
La
intención básica de la carta es animar a los creyentes a mantenerse firmes en
la fe recibida de los apóstoles y a no ceder ante la seducción que puedan
ejercer ciertos "falsos" maestros de la fe. Para ello evoca una serie
de ejemplos típicos recogidos de la tradición judía y pone en guardia a los
cristianos ante la posibilidad de que también ellos puedan ser objeto de
castigos semejantes. Es lo que les sucederá si no se mantienen fieles a la doctrina
recibida y se comporten libertinamente. En su carta, San Judas aconseja que no
seamos del grupo de los que son murmuradores, descontentos de su suerte
y que viven según sus pasiones y emplean palabras indebidas. Y termina su carta
con esta bella oración: "Sea gloria eterna a Nuestro Señor Jesucristo,
que es capaz de conservarnos libres de pecados, y sin mancha en el alma y con
gran alegría".
El
apóstol Judas Tadeo ¿habrá sido un hombre feliz? Si midiéramos la “felicidad”
basados en los placeres que una persona tiene, los éxitos materiales y una vida
fácil, indudablemente diríamos que no. Mas nuestro personaje miraba la vida
desde otra óptica, desde el punto de vista de Dios y de la promesa que Jesús le
había hecho, que juzgaría a su pueblo con Él, si se conservaba fiel. “Y
Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del
Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido
también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de
Israel.” (San Mateo 19:28). La felicidad de Judas, el
“valiente”, era seguir a su Señor y Maestro hasta la muerte. ¿Es esta su
felicidad también?
¿ES USTED FELIZ?
Si hiciéramos a un grupo de personas esta
pregunta probablemente responderían “No, porque…” y todos tendrían una razón
para decir que las cosas en su vida no son perfectas, como porque: no tengo
casa propia, mi marido me abandonó por otra mujer, mis hijos se fueron a otro
país, estoy sin trabajo, no terminé mis estudios, estoy en un trabajo que no me
agrada, sufro una enfermedad crónica, soy ciego, todavía no me sale la pensión
de vejez, no estoy conforme con mi esposa, no he vendido bien mi último
trabajo, etc. etc. Cada persona puede tener una y más razones para declarar que
no es feliz. Es que pensamos que la felicidad radica en lo que tenemos y
deseamos que la vida sea perfecta en todos los planos. Cualquier carencia
ensucia ese concepto de perfección que damos a la palabra “felicidad”.
En esta serie hemos estado estudiando el
punto de vista bíblico de la felicidad. La Escritura es muy clara: la felicidad está en
encontrarse con Jesucristo, creer y aceptar el Evangelio y vivir de acuerdo a
lo que nos enseña. La felicidad no es una satisfacción para vivir durante los
cortos años de vida en esta tierra sino que para experimentarse durante toda la
eternidad. La vida comienza con el nacimiento del hombre y nunca termina; el
ser humano tiene vida eterna. ¿Qué significa que Jesús nos da la “vida” eterna?
Que nos otorga la salvación, la “vida” que viene de Dios. Lo contrario de esa
“vida” es la “muerte” eterna en el lago de fuego (Apocalipsis 20:15)
SIGNIFICADO DE "FELICIDAD".
La palabra "felicidad" en nuestro idioma deriva del latín felicitas, -atis; y significa un estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien. También se refiere a satisfacción, gusto, contento. Incluso se ocupa para designar una acción, como suerte feliz o viajar con felicidad.
Analizando la palabra podemos percatarnos cuan ligada está para nosotros la felicidad a la "posesión de un bien." No concebimos felicidad sin tener cosas. Desde este punto de vista el cristiano puede ser perfectamente una persona feliz porque posee "cosas" que aunque no son palpables o aún se tienen en esperanza, no por eso son menos reales que las cosas concretas. Reflexionemos entonces: ¿En qué se sustenta mi felicidad? ¿En qué poseo todo lo que necesito y no carezco de nada, o en que poseo a Jesucristo? Si usted tiene a Jesús en su corazón, lo tiene todo porque tiene al Creador de todas las cosas. La palabra "felicidad" siempre se usa para referirse a satisfacción, gusto, contento. Nuestra mayor satisfacción es conocer a Cristo y tener la salvación. El mayor gusto es alabarle y adorarle. Nuestro contento es ser eternamente propiedad de Dios. En conclusión podemos decir que tenemos una "vida feliz".
SIGNIFICADO DE "FELICIDAD".
La palabra "felicidad" en nuestro idioma deriva del latín felicitas, -atis; y significa un estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien. También se refiere a satisfacción, gusto, contento. Incluso se ocupa para designar una acción, como suerte feliz o viajar con felicidad.
Analizando la palabra podemos percatarnos cuan ligada está para nosotros la felicidad a la "posesión de un bien." No concebimos felicidad sin tener cosas. Desde este punto de vista el cristiano puede ser perfectamente una persona feliz porque posee "cosas" que aunque no son palpables o aún se tienen en esperanza, no por eso son menos reales que las cosas concretas. Reflexionemos entonces: ¿En qué se sustenta mi felicidad? ¿En qué poseo todo lo que necesito y no carezco de nada, o en que poseo a Jesucristo? Si usted tiene a Jesús en su corazón, lo tiene todo porque tiene al Creador de todas las cosas. La palabra "felicidad" siempre se usa para referirse a satisfacción, gusto, contento. Nuestra mayor satisfacción es conocer a Cristo y tener la salvación. El mayor gusto es alabarle y adorarle. Nuestro contento es ser eternamente propiedad de Dios. En conclusión podemos decir que tenemos una "vida feliz".
En verdad la felicidad es una actitud.
Podríamos entrevistar a dos pobres, uno es cristiano y el otro incrédulo. A
ambos le haremos la misma pregunta inicial ¿Es usted feliz? La respuesta de
cada uno será diferente. El primero dirá “Sí, porque tengo a mi Señor, soy la
criatura más rica del mundo”. El segundo dirá “No, porque vivo la injusticia de
un mundo en que los ricos y políticos tienen sumida en la pobreza a la clase
obrera”. Al parecer nuestro último entrevistado tiene una formación política.
¿Cómo es posible que dos personas frente a una misma realidad tengan visiones
diferentes? Porque ambas tienen puntos de vista distintos. El punto de vista
cristiano se basa en una interpretación espiritual de la vida. Si nosotros como
cristianos seguimos teniendo la interpretación que el mundo da a la realidad,
jamás experimentaremos la “felicidad” según Cristo.
BUENOS PENSAMIENTOS.
Thomas Chalmers, ministro presbiteriano, teólogo, escritor y reformador (1780-1847) pensaba que "la dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar." Tener una vida con propósito, como se dice hoy día, pareciera ser otra clave de la felicidad. Quien no tiene sentido de vida experimentará depresiones y vacío en su alma. La Palabra de Dios nos da un sentido de vida al mostrarnos una puerta, un camino y una meta en la vida.
El escritor norteamericano Henry Van Dike (1852-1933) pensaba que "la felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos." La felicidad es una actitud y no algo externo, no es una acción sino una disposición. Puede haber dos presos en la cárcel, ambos con el mismo delito y la misma condena, sin embargo uno es creyente y el otro no. El cristiano dirá que es feliz porque ahora tiene la libertad que Jesucristo le ha dado y puede hablar a otros de Jesús: al gendarme, a otros reos, a su familia que le visita. En cambio el incrédulo acumulará cada día más odio contra la sociedad que le castiga y contra Dios que permite que le suceda aquello. Nuestra felicidad no depende de circunstancias sino de convicciones.
El maravilloso escritor ruso León Tolstoi (1828-1910) escribió "mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo y no deseo con exceso lo que no tengo." El contentamiento es una virtud propia del hombre que vive feliz. No hay felicidad sin contentamiento.
Todos estos pensamientos son de hombres sabios y útiles para acercarnos al concepto de felicidad, pero como ella es más que una idea una práctica, requerimos capacitarnos para adquirirla o conquistarla. ¿Cómo lo haremos? ¿Es el ser humano capaz de lograrlo o requerirá de otro elemento, ajeno a él, para alcanzarlo?
¿DONDE BUSCARLA?
La
Biblia , al
contrario de la Filosofía ,
siempre nos está indicando fuera de nosotros. Pareciera que un libro espiritual
y Sagrado debería mostrarnos un camino interior o de “espiritualidad” como
solución a nuestro problema de ser felices, sin embargo nos indica hacia algo
que está fuera de nuestro ser, más bien dicho hacia Alguien. Nos dice, por
ejemplo: “Yo soy el Camino, la
Verdad y la
Vida ; nadie viene al Padre si no es por mí” (San Juan
14:6); “Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres,
Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5); “Volveos a mí y sed salvos,
todos los términos de la tierra; porque yo soy Dios, y no hay ningún otro”
(Isaías 45:22). La felicidad se encuentra en Dios, un Salvador y Señor
que viene a habitar dentro del ser humano, salvarle, sanarle, ordenar su vida y
prepararlo para las eras venideras.
BUENOS PENSAMIENTOS.
Thomas Chalmers, ministro presbiteriano, teólogo, escritor y reformador (1780-1847) pensaba que "la dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar." Tener una vida con propósito, como se dice hoy día, pareciera ser otra clave de la felicidad. Quien no tiene sentido de vida experimentará depresiones y vacío en su alma. La Palabra de Dios nos da un sentido de vida al mostrarnos una puerta, un camino y una meta en la vida.
El escritor norteamericano Henry Van Dike (1852-1933) pensaba que "la felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos." La felicidad es una actitud y no algo externo, no es una acción sino una disposición. Puede haber dos presos en la cárcel, ambos con el mismo delito y la misma condena, sin embargo uno es creyente y el otro no. El cristiano dirá que es feliz porque ahora tiene la libertad que Jesucristo le ha dado y puede hablar a otros de Jesús: al gendarme, a otros reos, a su familia que le visita. En cambio el incrédulo acumulará cada día más odio contra la sociedad que le castiga y contra Dios que permite que le suceda aquello. Nuestra felicidad no depende de circunstancias sino de convicciones.
El maravilloso escritor ruso León Tolstoi (1828-1910) escribió "mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo y no deseo con exceso lo que no tengo." El contentamiento es una virtud propia del hombre que vive feliz. No hay felicidad sin contentamiento.
Todos estos pensamientos son de hombres sabios y útiles para acercarnos al concepto de felicidad, pero como ella es más que una idea una práctica, requerimos capacitarnos para adquirirla o conquistarla. ¿Cómo lo haremos? ¿Es el ser humano capaz de lograrlo o requerirá de otro elemento, ajeno a él, para alcanzarlo?
¿DONDE BUSCARLA?
En los
versículos finales de la epístola de San Judas, que conforman una “doxología” o
glorificación de Dios, el Espíritu Santo quiere transmitirnos un mensaje muy
claro: que sólo Dios podrá presentarnos limpios y con gran alegría ante Su
Presencia. Porque Él es Único, Sabio, Salvador, y tiene toda autoridad
eternamente. El tema central de este versículo es la absoluta confianza en Dios
para llevarnos hasta el final del camino que Dios ha trazado para nosotros. Podemos
afirmar, basados en la doxología de la carta de San Judas, que:
Sólo
Dios tiene los atributos necesarios para darnos la felicidad.
Nadie, ni
nosotros mismos poseemos los atributos necesarios para llegar a la Presencia de Dios. La
vida cristiana requiere de Uno que sí es capaz de ayudarnos y conducirnos hacia
la vida en las edades futuras, es decir el “milenio” y la “vida eterna”.
1. Sólo Dios
puede guardarnos del mal.
“Y a aquel que
es poderoso para guardaros sin caída”
Sólo Jesucristo
puede guardarnos de caer en pecado. Ciertamente cada persona es responsable de
su propio pecado, mas por el hecho de estar en naturaleza caída, es muy
probable que no seamos capaces de enfrentar el mal y necesitemos de una fuerza
superior que nos ayude. El Espíritu Santo nos da fuerzas para vencer el mal.
Una de Sus capacidades y función es
potenciarnos y revestirnos de poder (Hechos 1:8) para vencer el
mal. “ He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero
quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder
desde lo alto.” (San Lucas 24:49)
“Y a aquel que
es poderoso”
Alguien puede
ser muy fuerte de carácter e imponerse a los demás, incluso puede ser un líder
pero ello no garantiza que será capaz de sobreponerse a sí mismo. Tenemos una
lucha contra nuestra carne, contra nuestras pasiones y debilidades. También
luchamos contra las tentaciones del mundo y contra las tinieblas. Lo nuestro es
una verdadera guerra espiritual. Solamente Jesucristo nos da el poder para
vencer. Él nos ha revestido con una armadura, la cual es preciso utilizar. Si
no la usamos es sólo por rebeldía e ignorancia (Efesios 6:10-18). Pero
también nos ha dado una herramienta para ser felices, “el gozo del Señor” “Luego
les dijo: Id, comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad porciones a los que
no tienen nada preparado; porque día santo es a nuestro Señor; no os
entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza. / Los
levitas, pues, hacían callar a todo el pueblo, diciendo: Callad, porque es día
santo, y no os entristezcáis. / Y todo el pueblo se fue a comer y a beber, y a
obsequiar porciones, y a gozar de grande alegría, porque habían
entendido las palabras que les habían enseñado.” (Nehemías 8.10-12)
“… para
guardaros sin caída”
Es muy necesario
guardarse del pecado, por varias razones:
a)
Para no ofender a nuestro Padre
Celestial, a quien amamos.
b)
Para tener un testimonio coherente con
nuestras palabras y pensamientos, y así ser bienaventurados.
c)
Para no corrompernos y deteriorarnos
espiritualmente, sino crecer a la estatura de Cristo, nuestro Modelo. Sólo así
alcanzaremos la meta de ser como Jesús.
d)
Para obtener la “recompensa” y reinar
con Cristo en el milenio.
“… aquel que es
poderoso”
Sólo el Señor
Jesucristo puede presentarnos sin mancha delante de Dios, porque Él murió por
nosotros y lavó nuestros pecados.
2. Sólo Dios
puede santificarnos.
“… y presentaros
sin mancha”
Los pecados son
manchas en nuestra alma. El trabajo de Jesucristo es limpiar el pecado de Su
Iglesia. “a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no
tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.”
(Efesios 5:27)
El alma se
mancha con malos pensamientos, con culpas, con sentimientos negativos. Sólo el
Señor, a través de nuestro reconocimiento y confesión de pecados, puede
limpiarnos y hacernos agradables a Él por medio de los méritos de Su sangre.
“… y presentaros
sin mancha delante de su gloria…”
Nuestra alma,
como cristianos, deberá presentarse ante el Tribunal de Cristo para rendir
cuentas de nuestras obras. “Mas tú ¿por qué juzgas á tu hermano? ó tú
también, ¿por qué menosprecias á tu hermano? porque todos hemos de estar ante
el tribunal de Cristo” (Romanos 14:10) “Porque es menester que
todos nosotros parezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba
según lo que hubiere hecho por medio del cuerpo, ora sea bueno ó malo.” (2
Corintios 5:10)
3. Sólo Dios
puede brindarnos gran alegría.
“… presentaros
sin mancha delante de su gloria con gran alegría”
¿Cuál podrá ser
la “gran alegría” de la que habla San Judas en este texto? “Has amado la
justicia y aborrecido la maldad; Por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, Con
óleo de alegría más que a tus compañeros.” (Salmo 45.7) Los
cristianos tendremos gozo perpetuo como corona, “Y los redimidos de Jehová
volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será
sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza
y el gemido.” (Isaías 35:10) San Judas se refiere a la alegría que habrá
en el cielo cuando estemos para siempre con Dios. Esta es la clave de la
felicidad, “Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. /
Servid a Jehová con alegría; Venid ante su presencia con regocijo.” (Salmo
100:1,2)
La mayor alegría
o felicidad del ser humano es la eterna salvación de su alma, agradar a Dios y
estar para siempre con Él. ¿Desea usted agradar al Señor y estar siempre con
Él? ¿O usted dice “no importa si no estoy en el milenio con Él pues luego pasaré
una eternidad en Su Presencia”? Eso sería amar muy poco a nuestro Padre
Celestial. No sólo regocíjese con la “salvación” que Él le ha regalado, sino
que también busque la “recompensa” que ha prometido a los bienaventurados.
La palabra "felicidad" habla acerca de un estado del ánimo de complacencia, satisfacción, gusto, contento, suerte. Para muchos decir "feliz" es decir alegre, contento, gozoso. Si tenemos en cuenta que una emoción es la expresión de un sentimiento, la felicidad sería el sentimiento o la actitud que se esconde bajo la alegría y el gozo. Tomemos por ejemplo el llanto de un niño menor de dos años; es la expresión o el modo de comunicar un bebé su malestar, ya sea este hambre, dolor de estómago u otra desazón. El llanto es la forma de comunicar su sentimiento. El salto y el grito de "¡gol!" de un hincha en el estadio es la expresión corporal y audible de un sentimiento de alegría por la victoria del equipo. Las lágrimas que un padre o una madre derrama en la ceremonia de graduación de su hija universitaria, son la expresión emocional de un sentimiento más profundo, la satisfacción de haber logrado una meta, luego de mucho esfuerzo. La emoción es de carácter más visceral, corporal, visible. El sentimiento es más abstracto y subjetivo. Así la felicidad sería la explicación de muchas emociones objetivas, como la alegría y la exaltación en la alabanza a Dios.
Las emociones más frecuentes en la persona que es feliz son la alegría, el gozo, el deleite, el regocijo, la risa. Aún cuando no necesariamente se exprese en emociones tan vibrantes, son parte de la felicidad cristiana la alegría y el gozo.
La alegría es un sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores. Se llama también alegría a las palabras, gestos o actos con que se expresa el júbilo. El gozo en cambio deriva del latín gaudium y es el "sentimiento" de complacencia en la posesión, recuerdo o esperanza de bienes o cosas apetecibles. El gozo es alegría del ánimo. Creemos que cuando la Biblia designa algo como gozo se está refiriendo al sentimiento más profundo y cuando dice alegría es para nombrar una acción o emoción visible.
La palabra "felicidad" habla acerca de un estado del ánimo de complacencia, satisfacción, gusto, contento, suerte. Para muchos decir "feliz" es decir alegre, contento, gozoso. Si tenemos en cuenta que una emoción es la expresión de un sentimiento, la felicidad sería el sentimiento o la actitud que se esconde bajo la alegría y el gozo. Tomemos por ejemplo el llanto de un niño menor de dos años; es la expresión o el modo de comunicar un bebé su malestar, ya sea este hambre, dolor de estómago u otra desazón. El llanto es la forma de comunicar su sentimiento. El salto y el grito de "¡gol!" de un hincha en el estadio es la expresión corporal y audible de un sentimiento de alegría por la victoria del equipo. Las lágrimas que un padre o una madre derrama en la ceremonia de graduación de su hija universitaria, son la expresión emocional de un sentimiento más profundo, la satisfacción de haber logrado una meta, luego de mucho esfuerzo. La emoción es de carácter más visceral, corporal, visible. El sentimiento es más abstracto y subjetivo. Así la felicidad sería la explicación de muchas emociones objetivas, como la alegría y la exaltación en la alabanza a Dios.
Las emociones más frecuentes en la persona que es feliz son la alegría, el gozo, el deleite, el regocijo, la risa. Aún cuando no necesariamente se exprese en emociones tan vibrantes, son parte de la felicidad cristiana la alegría y el gozo.
La alegría es un sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores. Se llama también alegría a las palabras, gestos o actos con que se expresa el júbilo. El gozo en cambio deriva del latín gaudium y es el "sentimiento" de complacencia en la posesión, recuerdo o esperanza de bienes o cosas apetecibles. El gozo es alegría del ánimo. Creemos que cuando la Biblia designa algo como gozo se está refiriendo al sentimiento más profundo y cuando dice alegría es para nombrar una acción o emoción visible.
4. Sólo Dios
tiene los atributos necesarios para darnos la felicidad.
“al único …
Dios…”
Una de las
características de Dios es que es Único. No hay otro Dios. No es que exista un
dios de los hindúes, un dios de los chinos, uno o muchos dioses de los
polinésicos, sino que hay un solo Dios. Los demás son ídolos o imitaciones de
Dios.
Existe un solo
Dios. “Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los
hombres: Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2:5)
“ al único y
sabio Dios…”
El apóstol
Santiago establece las diferencias entre la sabiduría Divina y la sabiduría
humana: “13 ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena
conducta sus obras en sabia mansedumbre. 14 Pero si tenéis celos amargos y
contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; 15
porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal,
diabólica. 16 Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda
obra perversa. 17 Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura,
después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos,
sin incertidumbre ni hipocresía. 18 Y el fruto de justicia se siembra en paz
para aquellos que hacen la paz.” (Santiago 3:13-18) La sabiduría humana
1. Está asociada a celos amargos y contención en el corazón; 2. Es jactanciosa;
3. Es mentirosa; 4. Es animal y diabólica; 5. Es contenciosa. La sabiduría Divina:
1. Se cumple en la acción, es coherente; 2. Se presenta con mansedumbre; 3. Es
pura, pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin
incertidumbre ni hipocresía; 4. Es pacífica.
“… nuestro
Salvador…”
Jesucristo es
nuestro Salvador. Nos salvó de la condenación eterna y de vivir lejos de Dios.
Nos salvó de vivir infelices, sin gozo en nuestro corazón.
“… sea gloria…”
Gloria es
“éxito”. Los ejércitos cuando ganan la batalla vuelven gloriosos. Se llama
gloria también a la Presencia
de Dios, porque en Él todo es victoria, no hay derrota en Dios. Jesucristo es
un Vencedor; Él venció a la vieja naturaleza humana, al mundo y a Satanás, por
nosotros, en su vida, pasión, muerte y resurrección. San Juan testifica: “Y
uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de
Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete
sellos.” (Apocalipsis 5:5). La gloria Divina es pura, sin
contaminación. En cambio la gloria humana siempre lleva algo de orgullo y es
peligrosa.
“…sea gloria y
majestad…”
A los reyes se
les trata de “majestad”. Algo majestuoso es algo muy grande, que está sobre
uno. El diccionario la define como “Grandeza, superioridad y autoridad sobre
otros.” Se da ese título o tratamiento a Dios, y también a emperadores y reyes.
“…sea gloria y
majestad, imperio”
Un imperio es un
gobierno que cubre vastas extensiones de tierras y culturas. Llamase a un
conjunto de estados regidos por un emperador. Jesucristo es Emperador por
cuanto regirá a todas las naciones durante el milenio y por la eternidad.
“…sea… imperio y
potencia…”
El poder o
potencia de Dios en la creación se demuestra por su existencia y por la
salvación que ha realizado en muchos seres humanos.
“al único y
sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora
y por todos los siglos. Amén.” (San Judas 24-25)
El apóstol San
Judas Tadeo dirige estas palabras al término de su carta, a modo de bendición y
reconocimiento de Dios. También para recordarnos en quien hemos creído: un Dios
Todopoderoso; un Dios Santo y Santificador; un Dios con un propósito:
presentarnos sin mancha delante de Su gloria con gran alegría; un Dios Único y
Sabio Dios; un Dios Salvador; victorioso, majestuoso, de gran autoridad y poder;
y Eterno.
El texto es una
doxología. Del griego doxol y logos. En el mundo griego, doxa significaba
opinión. Pasa a expresar la objetividad absoluta, la realidad de Dios, su
gloria. La palabra “gloria" expresa realmente todas las manifestaciones de
Dios en la historia de la salvación, desde la creación hasta la parusía.
“Doxología" se usa para indicar la propiedad de dar gloria a Dios que debe
tener el lenguaje teológico para ser auténtico. En el lenguaje de la liturgia
indica la oración de alabanza dirigida a Dios. La gran doxología es el himno
del Gloria, un himno antiquísimo y venerable con el que la Iglesia , reunida en el
Espíritu Santo, glorifica y suplica a Dios Padre y al Cordero.
Es algo más que
una formalidad esta doxología. Tiene un propósito formativo y de confirmación
en la fe.
¿En quién se
centra la glorificación de San Judas al término de la carta? La glorificación
que San Judas hace al término de su epístola, está centrada en Dios que, por
medio de Su Espíritu Santo nos guardará del pecado. Declara la autoridad de
Jesucristo y reconoce a un Dios eterno.
CONCLUSIÓN.
En esta serie sobre la Felicidad hemos
aprendido nueve claves para hallarla, a saber que:
1. Necesitamos
aprender la Sabiduría de Dios para ser felices. Esto nos lo enseñó el sabio
Salomón.
“El fin de todo el discurso oído es este: Teme a
Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. / Porque
Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena
o sea mala.” (Eclesiastés 12:13,14)
2. Necesitamos
comprender y caminar con la esperanza de los hijos de Dios, que es saber
que un día será manifestada nuestra verdadera naturaleza, hemos nacido de
nuevo. El apóstol San Juan se encargó de enseñárnoslo.
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no
se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se
manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. / Y todo
aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es
puro.” (1 Juan
3:2,3).
3. Necesitamos
aprender y aplicar la justicia de Dios, relacionándonos con Él por medio
de la fe. Fue una enseñanza de San Pablo.
“y ser hallado en él, no teniendo mi
propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la
justicia que es de Dios por la fe; / a fin de conocerle, y el poder de su
resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante
a él en su muerte” (Filipenses 3:9,10)
4. Necesitamos
confiar plenamente en Dios, sin envidiar al mundo; edificar nuestra vida sobre
la roca que es la Verdad
de Dios. El salmista Asaf se encargó de transmitirnos esta experiencia.
“Mi carne y mi
corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para
siempre.” (Salmo
73:26)
5. Necesitamos
conocer completamente la Revelación del Señor tocante al fin
de los tiempos y vivir confiados en esa esperanza. Es lo que enseña San Juan el
Teólogo en Apocalipsis.
“Vi a un ángel
que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano.
/…/ Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de
juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y
por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y
que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y
reinaron con Cristo mil años.” (Apocalipsis 20:1,4)
6. Necesitamos
tener la certeza de que nuestros nombres están inscritos en el Libro de la Vida y vivir la vida
cristiana con esta convicción. Otra enseñanza de Apocalipsis.
“ Y vi a los
muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y
otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los
muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. / …
/ Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de
fuego.” (Apocalipsis 20:12,15)
7. Necesitamos ser victoriosos en
Cristo, venciendo a nuestra carne, al mundo y al diablo. Lo demanda el Espíritu
Santo en el libro de la Revelación.
“El que venciere heredará todas las cosas, y
yo seré su Dios, y él será mi hijo.” (Apocalipsis
21:7)
8. Necesitamos
saber y practicar los valores del Reino de Dios declarados en las bienaventuranzas
y así obtendremos nuestro galardón en el milenio. Una de las más hermosas
enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo (San Mateo 5:1-12)
9. Necesitamos
aprender que sólo Dios tiene los atributos necesarios para darnos la felicidad.
Nos lo enseña el apóstol San Judas. La última y principal clave para la felicidad
es Dios mismo, el Único y Sabio Dios. (San Judas 24-25)
PARA REFLEXIONAR:
1) Medite a la
luz de la enseñanza sobre la felicidad, los siguientes textos: Eclesiastés
2:26, Eclesiastés 9:7, Eclesiastés 2:1, Eclesiastés 5:20, Salmo 37:4, Eclesiastés
8:15, Eclesiastés 11:8, Deuteronomio 27:7, 1 Crónicas 12:40, Salmo 97:11, Salmo
119:24, Isaías 51:11, San Lucas 2:10, San
Juan 15:11, 2 Corintios 1.24, Filipenses 4:4, 1 Pedro 1:8-9, 3 Juan 3-4,
2 Corintios 1:24, Filipenses 4:4, 1 Pedro 1:8-9, 3 Juan 3-4.
2) A partir de
las palabras subrayadas en el Salmo 100, tenga un tiempo de ministración al
Señor: “Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra.
Servid a Jehová con alegría; Venid ante su presencia con regocijo.
Reconoced que Jehová es Dios; El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos;
Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Entrad por sus puertas con acción
de gracias, Por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid
su nombre. Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, su verdad
por todas las generaciones.”
BIBLIOGRAFÍA.
1) Watchman Nee, “El Evangelio de Dios”; Living Stream Ministry; Anaheim,
California, U.S.A.; 1994.
2) http://www.iglesiaelim.org/news4.htm
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