miércoles, 9 de octubre de 2019

CONFIEMOS EN EL TODOPODEROSO


¿QUIÉN ERES, SEÑOR?
VIII PARTE



Pastor Iván Tapia

Lectura bíblica: Deuteronomio 34:1-8

Propósitos de la charla: Comprender y aceptar la omnipotencia de Dios, incorporando lo sobrenatural en nuestra vida diaria.

¿P
or qué el gran libertador del pueblo de Israel no pudo llegar a la Tierra Prometida? Para comprender esta decisión divina tenemos que retroceder a dos acontecimientos.


LA PEÑA DE HOREB.
El primero se desarrolla cuando los israelitas atravesaron el desierto de Sin y llegaron al oasis de Refidim. Los nómadas conducen sus rebaños a “la perla del Sinaí” para abrevarlos y para que descansen sobre la alfombra de menudo césped. Los amalequitas pelearon contra Israel en este lugar.

“Toda la congregación de los hijos de Israel partió del desierto de Sin por sus jornadas, conforme al mandamiento de Jehová, y acamparon en Refidim; y no había agua para que el pueblo bebiese. / Y altercó el pueblo con Moisés, y dijeron: Danos agua para que bebamos. Y Moisés les dijo: ¿Por qué altercáis conmigo? ¿Por qué tentáis a Jehová? / Así que el pueblo tuvo allí sed, y murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados? / Entonces clamó Moisés a Jehová, diciendo: ¿Qué haré con este pueblo? De aquí a un poco me apedrearán. / Y Jehová dijo a Moisés: Pasa delante del pueblo, y toma contigo de los ancianos de Israel; y toma también en tu mano tu vara con que golpeaste el río, y ve. / He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel. / Y llamó el nombre de aquel lugar Masah y Meriba, por la rencilla de los hijos de Israel, y porque tentaron a Jehová, diciendo: ¿Está, pues, Jehová entre nosotros, o no?” (Éxodo 17:1-7)

Los amalecitas son. una tribu seminómada, cuyo origen está relacionado con Esaú, antepasado de los edomitas. Amáleq era nieto de Esaú, e hijo de Effaz. (Génesis 36, 1216). Se supone que habitaron al norte de la península del Sinaí y en la región del Négeb, entre otras tribus posteriormente incorporadas a la de Judá (1 Samuel 15:6). Su lucha se explica por el deseo de mantener el control sobre este antiguo santuario del desierto, lugar fértil y estratégico entre Egipto y Edom.

 La batalla duró hasta ponerse el sol y finalmente Josué decidió la victoria a favor del pueblo hebreo. Así quedó libre el camino hasta la fuente del oasis de Refidim, pero antes de llegar a él no había agua para que el pueblo bebiese. En este apuro, Moisés tomó su vara, golpeó una peña y brotó agua limpia y fresca, un hecho que es absolutamente natural. La caliza vieja descubre napas de agua al golpearla con energía, las cuales son capas subterráneas de suelo cuyo alto contenido de agua las constituye en depósitos utilizables de este líquido.

El pueblo pidió agua y murmuró contra su líder. Éste reclamó una solución a Jehová y Dios le indicó que pasase delante del pueblo con los ancianos y golpease la piedra para que brotara agua, cosa que Moisés obedeció exactamente. Nombró ese lugar “Rencilla” porque allí los israelitas pelearon contra Dios.
San Pablo interpreta este paisaje de un modo espiritual. Él afirma que la Roca que calma la sed del pueblo de Dios es Cristo. “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; / y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, / y todos comieron el mismo alimento espiritual, / y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo. / Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto.” (1 Corintios 10:1-5)


LA PEÑA DE CADES.
El segundo acontecimiento es parecido pero no igual. En el camino de Qadés a Edom, Moisés empleó por segunda vez el arte de golpear la peña para que mane agua.

María, la hermana de Moisés, cae en las tierras de Cades y es enterrada en las afueras del campamento. El pueblo y sus hermanos la lloran. Ella pertenece a la generación salida de Egipto y por tanto se halla excluida de la Tierra de Promisión.

“Llegaron los hijos de Israel, toda la congregación, al desierto de Zin, en el mes primero, y acampó el pueblo en Cades; y allí murió María, y allí fue sepultada. / Y porque no había agua para la congregación, se juntaron contra Moisés y Aarón. / Y habló el pueblo contra Moisés, diciendo: ¡Ojalá hubiéramos muerto cuando perecieron nuestros hermanos delante de Jehová! / ¿Por qué hiciste venir la congregación de Jehová a este desierto, para que muramos aquí nosotros y nuestras bestias? / ¿Y por qué nos has hecho subir de Egipto, para traernos a este mal lugar? No es lugar de sementera, de higueras, de viñas ni de granadas; ni aun de agua para beber. / Y se fueron Moisés y Aarón de delante de la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión, y se postraron sobre sus rostros; y la gloria de Jehová apareció sobre ellos. / Y habló Jehová a Moisés, diciendo: / Toma la vara, y reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la peña a vista de ellos; y ella dará su agua, y les sacarás aguas de la peña, y darás de beber a la congregación y a sus bestias. / Entonces Moisés tomó la vara de delante de Jehová, como él le mandó. / Y reunieron Moisés y Aarón a la congregación delante de la peña, y les dijo: ¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña? / Entonces alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces; y salieron muchas aguas, y bebió la congregación, y sus bestias. / Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado. / Estas son las aguas de la rencilla, por las cuales contendieron los hijos de Israel con Jehová, y él se santificó en ellos.” (Números 20:1-13)

Nuevamente el inconformista y desagradecido pueblo reclama a Moisés y éste, junto con el sacerdote Aarón, se postran en oración ante Dios. La indicación de Jehová es clara: Toma la vara, y reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la peña a vista de ellos; y ella dará su agua, y les sacarás aguas de la peña, y darás de beber a la congregación y a sus bestias. Sin embargo no es lo que hace Moisés. Debiendo hablar a la roca a la vista del pueblo, les dice con ira: ¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña? Y golpea con su báculo la piedra para que brote el agua.

Ante esta desobediencia de Moisés, Dios le impone disciplina: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado.

Cuando Dios ordena a Moisés tomar la vara, con ello está indicando “toma tu lugar de autoridad”. Esa vara simboliza la autoridad delegada por el Señor a determinadas personas. Luego le dice que reúna la congregación  con él  y su hermano Aarón  y hable a la peña a vista del pueblo, con el propósito de demostrar que Dios está con Moisés y que Dios es Todopoderoso y puede calmar su sed en el desierto. “Hablar a la peña” es ordenar a la peña en nombre de Dios, es decir “en el nombre de Jehová, brote agua de esta roca, para saciar la sed del pueblo de Israel”. La reacción del líder fue de ira contra sus seguidores, molesto por su falta de fe, mas él incurría en el mismo pecado: no creyó al consejo de Dios y prefirió usar su experiencia, golpeando al pueblo con sus palabras hirientes y golpeando la roca, para que brotara el líquido elemento. 

El deseo del Señor era dar de beber a la congregación y a sus bestias, era el sentir misericordioso de un Padre, comprendía el cansancio y debilidad de su pueblo. No así Moisés, ya estaba cansado de ese pueblo rebelde y quejumbroso, no estaba actuando con un corazón paternal. Además, Moisés tuvo desconfianza de la omnipotencia de Jehová. (Apocalipsis 1:8)

Por esa razón el gran libertador del pueblo de Israel no pudo llegar a la Tierra Prometida, porque no creyó en la omnipotencia de Dios.


ENTRE LO NATURAL Y LO SOBRENATURAL.
A veces no consideramos la omnipotencia de Dios y actuamos por nuestra propia cuenta, pensando que nosotros tenemos una mejor respuesta o decisión. Dios ordenó que Moisés hablara a la roca para que de ella brotase agua, pero él, basándose en su experiencia, decidió desobedecer y proceder del modo más lógico. Que brotara agua al golpear la roca era algo natural. Jehová quería demostrar Su omnipotencia en forma sobrenatural, y Moisés no lo permitió.

Estamos más inclinados a considerar lo natural que lo sobrenatural. Esperamos resolver nuestros problemas por nosotros mismos, en forma natural, prescindiendo de lo sobrenatural, prescindiendo de Dios.

Lo natural no se opone a lo sobrenatural sino que se supedita a ello. Por ejemplo, el nacimiento de Jesús fue un hecho natural, pero la concepción de la virgen María fue algo sobrenatural. Por eso solemos afirmar que el nacimiento de Cristo fue un hecho sobrenatural. Otros ejemplos: el lenguaje es una capacidad natural, mas hablar inspirado por Dios es un suceso sobrenatural; la profecía y las lenguas son sobrenaturales; ungir con aceite es un hecho natural, que la persona sea sanada es lo sobrenatural; orar es natural, la presencia del Espíritu Santo es lo sobrenatural.

Lo natural y lo sobrenatural están presentes en toda la vida cristiana. Necesitamos saber cuando dar paso a lo sobrenatural para no caer en pecado de incredulidad, como le sucedió a Moisés.
Hay distintos grados de fe en esto, distintos grados de confianza en lo sobrenatural. El Señor quiere que confiemos en Él, que crezcamos en la confianza en Su omnipotencia. La omnipotencia de Dios no es un asunto meramente teológico, un conocimiento teórico de Él, sino algo muy práctico, una convicción que se debe aplicar principalmente en los momentos de crisis.

En la sociedad pragmática y materialista que vivimos, cuando alguien vive por fe, va tras ideales y no obtiene dinero de ello, decimos “es un Quijote”, “es un loco”, “es un ingenuo”, “es un tonto”. Desde este punto de vista, Moisés fue un quijote, un loco, un ingenuo y un tonto. Pero todos sabemos que Moisés fue un hombre que fundó una nación, que estableció los principios morales eternos, que su persona tiene una trascendencia hasta el día de hoy, que es uno de los fundadores de la cultura occidental. Nuestras leyes, costumbres y principios éticos se basan en gran parte en su pensamiento. El relato que él hace de la creación, sostiene la filosofía de la mayoría de las personas de nuestra sociedad. El pensamiento de Moisés está a la base de las tres más grandes religiones del planeta: el Judaísmo, el Islam y el Cristianismo.

A pesar de los acontecimientos de Cades, la mayoría de las veces Moisés fue un hombre que creyó en lo sobrenatural, un hombre de fe que confió en la omnipotencia del Todopoderoso. ¿Tienes tú también esa confianza en Dios? ¿Basas tu vida más en lo sobrenatural que en lo natural? ¿Constituye tu carácter un obstáculo para relacionarte con Dios y la Iglesia?


BIBLIOGRAFÍA.
1)      Werner Keller, “Y la Biblia tenía razón”, Ediciones Omega, Barcelona, España, 1956.
2)      Alejandro Vicuña, “Moisés”, Editorial Nascimento, Chile, 1943.




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