II PARTE
Pastor Iván Tapia
Lectura bíblica: San Juan 11:35; San Lucas 10:21; San Lucas 9:37-41
Propósitos de la lección: Comprender la diferencia entre
emociones y sentimientos, valorarlos como parte de nuestra persona creada por
Dios; aprender a controlarlos y expresarlos; y conocer los sentimientos que el
Señor desea desarrollar en los cristianos.
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|
odos
los seres vivos tienen emociones. El ser humano ha sido creado con emociones y
también con sentimientos. Jesús, como humano, tuvo emociones y sentimientos:
lloró en la tumba de su amigo Lázaro, porque le amaba; se alegró al compartir
con sus discípulos; se enojó con la incredulidad de la gente, con los
mercaderes del templo y con la torpeza de Pedro. No somos sólo racionalidad. En
una charla anterior vimos la capacidad de “creer” dada por Dios a nosotros.
Ahora estudiaremos esta capacidad de “sentir”.
Una
persona “sin sentimientos” es un juicio negativo acerca de alguien que no
procede con misericordia, que es malvado y daña a personas y a animales.
“Es un
sentimental”, se comenta de un hombre o mujer demasiado sensibles. Se le llama
así y se tipifica como alguien de “poco carácter”, en quien no se puede
confiar, porque no tiene fuerza para soportar y enfrentar las dificultades de
la vida; no se le puede hablar con franqueza o ser muy rudo con él o ella, pues
se emociona con facilidad. También se llama “sentimental” al que se aferra al
pasado, es melancólico o romántico.
Generalmente
se espera en la escuela, el trabajo, la iglesia y la sociedad en general, que
las personas controlen sus emociones.
Quienes
valoran más la razón que los sentimientos, llaman sentimentales e ingenuos a
los que dejan fluir sus emociones. Los que prefieren el sentir a la razón,
llaman fríos a los que dan más relevancia a las razones, a los controlados.
Pero ambos grupos poseen razón, emociones y sentimientos. Los llamados “fríos”
no es que no tengan emociones, sino que no las dejan fluir, las controlan. Los
llamados “emocionales” también pueden ser razonables.
En la
vida de fe, en especial en el culto o liturgia, hay distintas maneras de vivir
estos fenómenos como también diferentes grados de emocionalidad. Una es la fe
con expresión de la emocionalidad y los sentimientos; otra es aquella más
“racional” –si es que la fe puede serlo- con un mayor control de las emociones.
Pero siempre habrá sentimientos. Ambas maneras tienen plena validez.
EMOCIONES Y
SENTIMIENTOS
Revisemos algunas
definiciones para aclarar mejor este punto tan importante en la vida humana y
cristiana.
Las emociones son agitaciones del ánimo producidas por ideas,
recuerdos, apetitos, deseos, sentimientos o pasiones; son estados afectivos de
mayor o menor intensidad y de corta duración; "se manifiestan por una
conmoción orgánica más o menos visible ". Una emoción se puede definir
también como una conmoción afectiva de carácter intenso o agitación del ánimo
acompañada de fuerte conmoción somática.
Los sentimientos son tendencias o impulsos, estados anímicos orgánicos.
Un sentimiento es un estado afectivo de baja intensidad y larga duración. Los
sentimientos son impresiones que causan el ánimo. Son también estados de ánimo.
Vienen de los sentidos.
Una pasión es un estado afectivo muy intenso y de larga duración. En
cambio el schock emocional es un estado afectivo intenso
de muy corta duración.
El sentimentalismo es el carácter o cualidad del que muestra demasiada
sensibilidad o sensiblería, es decir sensibilidad exagerada o hiperestesia.
La sensibilidad es aquella capacidad propia de los seres vivos de
percibir sensaciones y de responder a muy pequeñas excitaciones, estímulos o
causas; es la capacidad de responder a estímulos externos.
LAS EMOCIONES
Las
emociones ejercen una influencia enorme en nuestro modo de pensar y actuar, a
tal grado que llegan a convertirse en motor de nuestra conducta. A veces nos
abruman las emociones. Es parte del proceso de madurar aprender a refrenar las
emociones. Hay actualmente especialistas que consideran la capacidad de
controlarse y de tratar con la gente, más útil que lo que tradicionalmente se
ha llamado inteligencia. Hoy por hoy hasta se habla de una “inteligencia
emocional”. La
Escritura Sagrada da un gran valor al autodominio,
autocontrol, dominio propio o templanza. Por ejemplo, a “quien no sabe dominar
sus impulsos” lo compara a una “ciudad sin muralla y expuesta al peligro” (Proverbios 25:28).
Son
emociones muy fuertes en nosotros las siguientes:
1.
Duelo
2.
Depresión
3.
Confusión
4.
Decepción
5.
Indignación
6.
Irritabilidad
7.
Hostilidad
8.
Cólera.
9.
Miedo
10.
Pánico
11.
Melancolía
12.
Decepción
13.
Nerviosismo
14.
Consternación
15.
Terror
16.
Fobia
17.
Pesimismo
18.
Satisfacción
19.
Euforia
20.
Éxtasis
21.
Placer
22.
Gratificación
23.
Felicidad
24.
Rabia
25.
Furia
26.
Resentimiento
27.
Desesperación
28.
Temor
29.
Aprehensión
30.
Ansiedad
Pero no vamos a detenernos
en las emociones y la forma de refrenarlas, sino que nos referiremos a aquellos
sentimientos positivos que Dios desea
desarrollar y afianzar en nosotros como Su pueblo.
SENTIMIENTOS CRISTIANOS
La primera ocasión en que
aparece la palabra “sentir” en la
Biblia , está referida a unos gusanos que degustarán del
malvado. Los hombres que no tienen
buenos sentimientos de amor, misericordia, dulzura, hacia sus prójimos
cosecharán daño para sí mismos. Sólo los gusanos sentirán dulzura hacia ellos.
Es lo que el libro de Job nos señala en uno de sus capítulos (Job 24): “Los olvidará el seno materno;
de ellos sentirán los gusanos
dulzura; Nunca más habrá de ellos memoria, Y como un árbol los impíos serán
quebrantados” (Job 14:20).
La vergüenza es una emoción
y un sentimiento que se tiene cuando uno se percata de que ha actuado mal ante
Dios y ante los hombres. También nos ocurre al darnos cuenta de una debilidad
nuestra. A veces nos identificamos tanto con otra persona que sentimos
vergüenza de sus actos y decimos “sentí vergüenza ajena”. Dice la Palabra de Dios,
refiriéndose a los desobedientes: “Y ellos sentirán
su vergüenza, y toda su rebelión con que prevaricaron contra mí, cuando habiten
en su tierra con seguridad, y no haya quien los espante” (Ezequiel 39:26)
En el Nuevo Testamento, el
apóstol Pablo espera que todos los cristianos sintamos de una misma forma, con
respecto a Dios, nosotros mismos, la vida y el prójimo: “Pero el Dios de la
paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que
unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”
(Romanos 15:5,6). Todo el capítulo quince nos habla de: soportar a los
débiles en la fe, no agradarnos a nosotros mismos sino al prójimo, la
unanimidad en el sentir, tener una fe con alegría y esperanza, y ayudarse en el
aspecto material.
En los saludos y doxología
final de la segundas carta a los corintios,
el Apóstol recalca: “Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos,
consolaos, sed de un mismo sentir, y
vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros” (2 Corintios 13:11)
En otra oportunidad escribe:
“como me es justo sentir esto de
todos vosotros, por cuanto os tengo en el corazón; y en mis prisiones, y en la
defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo
de la gracia. (Filipenses 1:7). En
su propia vida demuestra como deber sentir un cristiano por sus hermanos: rogar
con alegría por todos (Filipenses 1:3,4),
tener confianza en que Dios terminará Su obra en cada uno (Filipenses 1:6) y
amor entrañable (Filipenses 1:8).
Más adelante agrega
“completad mi gozo, sintiendo lo
mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo
una misma cosa” (Filipenses 2:2).
Esta es una carta plena de sentimientos positivos hacia los hermanos, hacia los
líderes y hacia Dios, entre todos, como algo necesario en la Iglesia. Ésta no debe
estar exenta de buenos sentimientos.
Uno de los sentimientos y
actitudes que se recalca es la humildad, en imitación del Maestro: “Haya, pues,
en vosotros este sentir que hubo
también en Cristo Jesús” (Filipenses
2:5-11).
La unanimidad en el sentir
es deseable para el progreso de la obra de Dios: “Ruego a Evodia y a Síntique,
que sean de un mismo sentir en el
Señor” (Filipenses 4:2). El
regocijo, la alegría en el servicio, debe ser un signo de nuestro caminar como
iglesia (Filipenses 4:4).
El apóstol Pedro también
recalca la importancia de tener todos un mismo sentimiento, caracterizado por
la compasión, el afecto fraternal, la misericordia, la amistad, la mutua
bendición y la convivencia pacífica: “Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos
fraternalmente, misericordiosos, amigables” (1 Pedro 3:8-11).
CONCLUSIÓN
Hay una diferencia entre
emociones y sentimientos. Como humanos tenemos ambos. El Señor desea que
aprendamos a controlar nuestras emociones, pero que a la vez desarrollemos
sentimientos positivos de amor y unidad.
BIBLIOGRAFÍA
1)
http://www.watchtower.org/languages/espanol/library/g/2005/2/22/article_01.htm
2)
http://www.monografias.com/trabajos15/inteligencia-emocional/inteligencia-emocional.shtml#diferenc
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